El Enófilo

Caminar la viña, contar la historia: un día entre cepas centenarias

Nos vamos de ruta con uno de los mejores enólogos del panorama nacional, Roberto Santana: un canario de 100 puntos Parker

Palo Blanco en Los Realejos.

Palo Blanco en Los Realejos. / Mulchand Chanrai

Mulchand Chanrai

Mulchand Chanrai

Los Realejos

En el norte de Tenerife, en el corazón de Palo Blanco, se encuentra una joya vitivinícola que no sólo produce algunos de los blancos más fascinantes del archipiélago, sino que encierra también una forma de trabajar la tierra tan ligada al territorio como la propia vid. 

Nuestra visita a la viña de Envínate en Palo Blanco no fue solo una inmersión en el cultivo del Listán Blanco, sino una lección de respeto por el entorno, la tradición y la identidad de un paisaje que habla a través del vino.

La complejidad de madurar despacio

Palo Blanco es una zona fresca dentro del del municipio de Los Realejos, donde la altitud, algunas parcelas alcanzan hasta los 800 metros, determina una maduración lenta que dota a la uva de una personalidad muy particular. En un clima así, la Listán Blanco madura con calma, y la vendimia de este año probablemente se alargue hasta la segunda quincena de octubre. Esta lentitud, que sería inviable para tintas que requieren mayor insolación y temperaturas más altas, se convierte en virtud para las blancas, aportándoles tensión, frescura y profundidad.

Roberto Santana nos enseña la viña en Palo Blanco.

Roberto Santana nos enseña la viña en Palo Blanco. / Mulchand Chanrai

Caminar por la finca es hacerlo sobre suelos profundos, de origen volcánico, con una cubierta vegetal que este año ha crecido exuberante gracias a lluvias generosas. La biodiversidad del entorno, frutales, plantas, pequeños animales, no son un decorado: forman parte del “real terruño”, como lo llama Roberto Santana, uno de los dueños de la bodega. Las levaduras, bacterias y demás microorganismos del entorno son tan enólogos como los humanos que trabajan la viña. No se trata solo del suelo, sino de todo lo que lo rodea.

El cordón trenzado

Uno de los elementos más singulares del viñedo es su sistema de conducción en cordón trenzado, una técnica ancestral de poda horizontal sobre el suelo, originaria del norte de Tenerife. Esta forma de cultivar la vid, a unos 40 o 50 centímetros del suelo, a la altura de la rodilla, permite adaptarse a la orografía y al clima, y favorece una maduración más homogénea, sobre todo cuando los brazos del cordón crecen hacia arriba.

Sistema de conducción en cordón trenzado.

Sistema de conducción en cordón trenzado. / Mulchand Chanrai

Durante la visita, vimos cómo algunos de los viñedos que habían sido reconvertidos en espaldera están volviendo al cordón trenzado, en un gesto que reivindica la autenticidad frente a la homogeneización. Se trata de recuperar no solo una estética agrícola, sino también una forma de relación con el entorno y una forma de trabajar más sostenible, sin renunciar a la calidad.

Viñas centenarias y botellas con destino

Entre las cepas más viejas, hay algunas plantadas antes de 1900, como las de la parcela que se embotella por separado para mercados como Hong Kong. La densidad de vegetación, el grosor de los troncos y la vitalidad de las plantas son testimonio de una historia larga, hecha de cuidados pacientes y decisiones conscientes. Aquí, la producción varía según el año: en 2023, por ejemplo, se llegaron a cosechar hasta 10.000 kilos de uva.

El Palo Blanco de Envínate, nacido en esta viña, es un vino que expresa sin concesiones la verticalidad, mineralidad y salinidad de este rincón atlántico. No es casualidad que se haya convertido en un vino de culto entre sumilleres y amantes del vino en todo el mundo. A lo largo del recorrido, no faltaron anécdotas sobre etiquetas agotadas, pedidos internacionales y botellas guardadas con celo por clientes fieles.

De la viña a la copa

Tras la caminata entre cepas centenarias y cordones trenzados, cerramos la jornada con una cata en el Mesón Castellano, donde el vino encuentra el acompañamiento justo y el contexto ideal. Allí descorchamos dos botellas que nacen de este mismo paisaje: Palo Blanco 2024 y Palo Blanco Las Molinas 2024.

Vinos de Palo Blanco 2024 catados en el restaurante.

Vinos de Palo Blanco 2024 catados en el restaurante. / Mulchand Chanrai

Vinos recién embotellados, algo verdes aún, pero con el reflejo claro de lo que van a ser dos grandes vinos. Beberlos fue como regresar, sorbo a sorbo, a la viña, al paseo, a la conversación. Porque en estos vinos no hay disfraz, sino verdad líquida: una que habla con acento isleño y memoria larga.

Una forma de entender el vino

El proyecto de Envínate en Palo Blanco va más allá del vino como producto. Es una forma de estar en el mundo, de respetar el ritmo natural, de recuperar el patrimonio vitícola canario y de revalorizar variedades, técnicas y paisajes que durante décadas fueron ignoradas o menospreciadas. No hay fórmulas mágicas, pero sí una voluntad firme de hacer las cosas bien, con coherencia, sin postureo.

El futuro de esta viña está ligado a esa actitud: seguir cultivando con honestidad, hacer vinos que cuenten dónde y cómo han sido hechos, y compartirlos sin dogmatismos, pero con convicción. Visitar Palo Blanco es, en definitiva, encontrarse con una historia de resistencia silenciosa, de belleza cruda y de vinos que hablan en voz baja pero con acento propio.

Recuerda que si quieres compartir conmigo tus proyectos, bodegas o vinos siempre puedes escribirme a mulchandchanrai@gmail.com o a través de @thefoodtagram.

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