Saray Carrillo es una educadora social cordobesa de 28 años, transexual y gitana, que ha saltado a la fama en pleno confinamiento tras su paso por 'Masterchef'. Este lunes fue expulsada del programa tras una actuación que ha dado mucho que hablar y que se ha convertido en viral en las redes sociales.

-Las redes sociales echan humo desde que fue expulsada en Masterchef tras presentar un pájaro muerto en un plato. ¿Vio el programa, qué sintió?

-Al verlo en televisión, lo reviví todo otra vez y la verdad es que lo pasé fatal, estuve llorando y tuve un ataque de ansiedad.

-¿Cambiaría algo de lo que hizo después de verlo?

-La gente está diciendo que mi plato fue una falta de educación y mi plato en realidad fue una forma de reivindicarme, una forma de decir 'señores, yo no voy a cocinar más para que me humilléis'. Desde que empezó el programa, me sentí que yo era el punching ball de Masterchef. Desde el primer día se veía que todos iban contra mi. El pájaro muerto fue una forma de protesta, yo sabía que me querían echar y que me iba a ir hiciera lo que hiciera porque ya lo habían decidido, pero no estaba dispuesta a darles el gusto de cocinar. Antes de eso, una compañera me hizo una pregunta que para mí fue un golpe bajo premeditado, no sé de parte de quién, pero vamos, yo ya estaba atacada. Mi respuesta no fue la más adecuada, pero en el momento del calentón... Me sentí como una loba herida rodeada de hienas.

-¿Por qué se presentó al programa?

-Yo no me presenté, ni lo había pensado en ningún momento, pero una redactora de búsqueda que se dedica a buscar perfiles contactó conmigo, yo les dije que yo sabía cocinar lo típico de una casa, pero nada más y como insistieron, decidí presentarme. Yo fui la primera sorprendida cuando entré, después de un casting de más de 30.000 personas.

-El jurado dijo que se equivocaron eligiéndola. ¿Se equivocó usted yendo a Masterchef?

-Ellos no se equivocaron conmigo, sabían perfectamente cómo era porque yo nunca mentí. En cuanto a mí, creo que si el destino me llevó a Masterchef es por algo, todo lo que te pasa es por algo y te da un aprendizaje.

-¿Qué ha aprendido en Masterchef?

-Pues he aprendido muchas técnicas culinarias que para mí eran como magia, como el sifón que saca espuma de todo tipo de comida. Y me he dado cuenta de que hay gente que con tal de llegar arriba es capaz de pisarte la cabeza.

-¿Hace autocrítica, cree que le faltó actitud, que no tenía muchas ganas de cocinar o que comparada con otros no ponías tantas ganas, cómo se ha visto a sí misma?

-Yo me he visto haciendo lo que sé, lo que no puedo es hacer cosas de chef porque ni lo soy ni he querido serlo en mi vida. He intentado aprender e incluso pensé que si se me daba bien podía hacer un bar con tapitas gourmet, no sé, estaba motivada.

-Hay mucha gente indignada entre cordobeses, personas del colectivo trans, gitanos, educadores sociales€ ¿Era consciente de que podía decepcionar a tanta gente?

-Entonces represento también a las gorditas, a las que llevan extensiones... Eso es demasiado peso sobre mis hombros, yo no me represento más que a mí. De todas formas, después del programa, también me han hablado muchas educadoras sociales diciéndome que lo que se hizo conmigo fue una vergüenza, que se utilizó la tiranía, que usaban formas dictatoriales conmigo y yo me intenté rebelar ante eso.

-¿No pensó en abandonar el programa antes de llegar a eso?

-Si, pero yo tenía un contrato, no podía irme, tenía que esperar a que me echaran. Lo que sí creo que está claro es que el jurado tenía dos formas de juzgar, una para Saray y otra para el resto. En el postre que yo hice, por ejemplo, había que hacer algo que nos recordara a nuestra infancia y mi infancia es batido y galletas, nada más. ¿qué querían que hiciera?. Decían que era muy básico, pero el que iba delante mía preparó una mamacedonia. Yo hice una masa con piñones, almendras, miel, canela€ y me pusieron como un trapo y al de la mamacedonia, que muy bien. Hubo doble vara de medir. Yo creo que fueron a cuchillo conmigo.

-Pero si es así, ¿por qué nadie se puso de su parte entre sus compañeros?

-Mis compañeros son aborregados y como ven que el jurado es el que manda, se pusieron de parte de ellos, no de mí que no soy nadie. Se pusieron de parte del poder y a mí que era la más débil, me pegaron la patada en el culo. A mí me sorprendió porque yo con la mayoría me llevaba bien, echábamos muchas risas y pensaba que me llevaría amigos de allí.

-¿Qué efecto ha tenido lo ocurrido en su entorno?

-Mi madre lo pasó fatal, ha sufrido mucho. También pensó que a mí me trataban de manera distinta al resto, que todos los palos iban para mí. Creo que han dejado mi imagen fatal. Como madre, ella dice que igual podía haber desplumado al pollo, para quedar bien, pero me entiende perfectamente. Mi novio no se toma todo esto en serio, así que no le ha afectado, la verdad.

-Quiere hacer más televisión. ¿Dónde se ve?

-Me gustaría ir a un reality para que me vean cómo soy yo realmente, a Gran Hermano o a Supervivientes. Yo me veo en la isla, tengo reservas, y así saldría de allí morenita y delgada.

-Sus seguidores de Instagram se han multiplicado desde el lunes. ¿Qué le dicen?

-Sí, esto se ha hecho viral y he pasado de 7.000 a 17.000. En las redes he recibido muchos mensajes tránsfobos de 'travelo, te vamos a cortar el cuello', o '¿qué se puede esperar de ti si eres gitana?' y también muchos mensajes de apoyo de 'Saray, eres una reina', una valiente, la única que les has plantado cara, hay de todo un poco. También hay mucha gente que me quiere y que me ha entendido.

-¿Qué se lleva de su paso por Masterchef?

-He aprendido muchas técnicas culinarias que para mí eran como magia, como el sifón que saca espuma de todo tipo de comida.

-¿Cómo son los jueces en las distancias cortas?

-Pues cuando yo veía el programa pensaba que Pepe era el más majo y no. Para mí, Jordi es el único buena gente de verdad y eso que en la tele parece el más malo de todos.

-¿Ha salido a la calle desde el lunes?

-No, yo estoy fatal, quiero esperar a que esto se calme.

-En el programa, explicó que es transexual y que su vida ha sido dura. ¿Cuándo tuvo clara su identidad sexual?

-Desde que era pequeña sabía que yo era diferente, pero como no tenía referentes, no podía saber que era trans. No me gustaba hacer las cosas de niños y siempre que podía me iba con las niñas a jugar a las barbies. Cuando crecí, pensé que era gay porque me gustaban los chicos, pero luego me di cuenta de que no era eso. Yo me sentía mujer, pero para mí pensar que podría serlo era algo inalcanzable, como si digo ahora que me voy en coche a Marte e intenté quitármela de la cabeza. Pero me fui convirtiendo en una persona infeliz, pensé muchas veces en el suicidio y lo pasé muy mal. Con 12 años, yo supe que existía la transexualidad, pero ni me atrevía a pensar qué pasaría si se lo decía a mi familia. Intenté vivir como gay, pero no podía negarme a mi misma y luchar contra mi naturaleza.

-¿Qué le decidió a dar el paso?

-Fue gracias a una amiga a la que le debo mucho. Yo tenía 19 años, le conté cómo me sentía y me ayudó a entender que tenía que aceptar lo que yo era. En el fondo, yo tenía miedo a enfrentarme a mí misma. Un día, me maquilló, me vistió y me compró una peluca y salimos las dos a la calle. Al pasar por una gasolinera, un chico empezó a pitarnos, yo pensé que era por mi amiga y resultó que le gustaba yo, me dijo que si era una chica trans, hablamos y me lié con él. Entonces sentí la persona más feliz del mundo porque por primera vez un chico me veía como yo era, una mujer.

-Su familia acabó aceptándolo.

-Muy poco a poco, sí. Pero he pasado Navidades sola porque no me dejaban entrar en mi casa, y eso es muy duro. Luego, mi padre lo aceptó e incluso se enfrentó a mis hermanos, pero ellos aún no dejan que mis sobrinos se acerquen a mí, como si tuviera un virus contagioso o algo así. Hoy por hoy, sé que no hay cosa más bonita en la vida que ser lo que uno es y luchar por vivir y ser feliz, yo no he matado a nadie ni he hecho nada malo.

-¿Ha tenido problemas en el trabajo por ser transexual?

-Pues sí. Yo trabajaba en una asociación de mediación como educadora durante el proceso de cambio, así que iba a trabajar vestida de hombre y luego me vestía de mujer para mi vida normal. No les dije nada por miedo y cuando se lo dije, me despidieron. Antes del confinamiento, tuve una entrevista para el centro de menores Sierra Morena, me vieron y todo muy bien, me pidieron el reconocimiento médico y cuando les conté que era transexual, se cortó la comunicación. Cuando llamé para preguntar me dijeron que el puesto ya estaba ocupado.

-¿Cómo conoció a a su pareja?

-Lo conocí por Facebook, porque él me agregó y empezó a hablarme, estuvimos así mucho tiempo, sin quedar, y un día me dice «Saray, con lo guapa que eres, nos van a salir los niños muy guapos». Yo me quedé muerta porque en mi perfil pone que soy trans, pero él no lo había visto. Le dije que yo no podía tener hijos porque soy transexual y se quedó pillado, pero me siguió llamando y un día quedamos como amigos. Hasta que un día me llamó y me dijo que se había enamorado de mi y que me quería en su vida, que daba igual si era trans o lo que sea. Eso fue hace año y medio y hasta hoy.