Telecinco retiró por falta de fieles un invento protagonizado por Alejandra Jiménez, a la que metieron como sicóloga en La pecera de Eva. De esto hace tiempo, pero recuerdo que Eva trataba a niñatos de instituto. Digo niñatos porque en las series españolas es la imagen que dan de los niñatos, que ni por error se toman en serio su paso por los centros escolares.

En Finlandia, la cosa escolar es seria. Aquí, como mucho, una triquiñuela legal para que el ministro de turno haga de su ley un obelisco a su memoria, tal como nos recordó Jordi Évole en su vuelta de Salvados -más de 4 millones, más de un 19% de audiencia-. Yo no soy sicólogo, ni sociólogo, ni casi nada, pero estoy convencido, y por ello pongo la mano en el fuego como Esperanza Aguirre la pondría por Rajoy, de que los peces los meten en peceras para protegerlos -de morir asfixiados, de los niños-.

En este punto pide paso en tromba la cúpula del PP. Hasta ahora hemos leído diversas razones por las que Rajoy, demudado, se dirigió en carne catódica a los periodistas. Que si miedo, que si algo que ocultar, que si democracia en pañales, que si afrenta a los ciudadanos. Pues no.

Desde el sábado he escuchado a los canes de Génova ladrar muy sobreactuados, destacando Carlos Floriano y Esteban González Pons, pero aparte de los patéticos ladridos contra la oposición, nos dicen que Mariano, el catódico y el real, está tan, tan, tan ofendido al atribuírsele trinques de sobres con pasta, que la comparecencia ante los medios a través de pantalla interpuesta fue una mera cuestión defensiva. Que no vayan por ahí, que no era para defender a Rajoy de los periodistas, leñe.

Era para que los chicos de la prensa no sufrieran el calentón del jefe, que cuando se ofende