Aunque tengo en la agenda algunos programas que atender, del mismo modo que en los hospitales, que es muchísimo más grave, tienen sus listas de espera para, muchas veces, algo que no tiene espera, uno ha decidido establecer su lista de espera en sus pareceres sobre este u otro programa.

Si a Ana Mato y a los presidentes autonómicos les da igual algo tan serio como una operación de cataratas o el implante de una prótesis de cadera, imagínense la importancia comparada que pueda tener que Emma García estrenara hace dos sábados Abre los ojos y mira, y hasta hoy los míos hayan estado tan ciegos como el enfermo de cataratas. La vi la otra noche. La señora tiene tablas. Lo mismo maneja los borregos hormonados del esperpento Mujeres y hombres y viceversa, que lidia a espabilados tertulianos -Rahola, Sardá- que conocen las reglas de la farsa. Se fue El gran debate de Telecinco, y todo el mundo creyó que la política se iba de las noches sabatinas de la cadena. Y así es. Es verdad que Sarda, Rahola y Expósito se acaloraron junto a otros tres colegas de postura -si, si y no, y no- hablando de Cataluña y su ardor independiente.

Pero esa guerrita, ideal para la enconada polémica, encajada detrás de una entrevista a David Bisbal para promocionar La Voz -anoche, de nuevo con Malú y con Rosarillo, ese monstruo monstruoso y ole, ay, purita energía-, soldaba fatal. Luego, para que no faltara de ná, llego el concurso de gordos. Como lo oyen. En las camisetas, estampados como la estrella a los judios, los kilos de la vergüenza, un autentico sambenito para el escarnio. Seguiré con los ojos cerrados. Cuanta porquería.