Como todo el mundo sabe, y más en TVE, y más en La 1, y más en el despacho de los jefes, y muchísimo más Sergio Martín, de lengua corta sílabas, el problema de 'Los desayunos' no es ni la pésima calidad de la leche ni el café aguado, ni el azulillo de las letras ni el escaso interés de los invitados, ni los tertulianos cortados por el mismo patrón ideológico, casi todos conservadores, ni el sesgo partidista ni el hedor de su entreguismo al Gobierno. No señor. El problema de 'Los desayunos' es el plató. Todo el mundo lo sabe. Usted, aunque no se lo crea y le importe una cagarruta de cabra salvaje, también.

El plató es el culpable de que programa tan principal, en manos de periodista tan sumiso, no levante cabeza. En septiembre, con la nueva temporada, llegó este señor, sustituyó a María Casado, y cayó en picado la audiencia. Aunque no se le entiende mucho porque su dicción es prima de la que usa Javier Cárdenas, algo se pilla.

En lo que llevamos de curso televisivo se ha cambiado dos veces el tinglado. Un pastón. El primer cambio de cromos rondó los 300.000 euros. ¿Cuál ha sido el resultado con el nuevo plató y la nueva infografía, pero con el mismo espíritu de protección partidista y gubernamental? Pues idéntico bodrio, pero reluciente.

'Los desayunos' tiene la misma enfermedad que el Telediario ya que ambos forman parte de idéntica cuadra. Pero si hasta la sentencia judicial contra el ex ministro José Manuel Soria, que prueba que el amiguito de Rajoy disfrutó de unas vacaciones a todo tren pagadas por un empresario hotelero, se ocultó en la edición del mediodía. Así que nada, a ver cuánto les dura este plató. Que tiene la culpa de todo.