No, nada, en absoluto, ni de coña, por ahí no paso, que no hay manera, que no puedo, que se me atraganta, que todo me suena igual, que me da sarpullido el flamenquito, que eso de la fusión me parece un camelo de mal gusto, que no me emociona, es más, que me repele, que me provoca conatos de tiricia, que se me coge un pellizco en el lomo que me dan ganas de vomitar, que será que al no ser de la Generación X ni de la Y, ni de la del milenio, no me entero, pero ya el anciano Pitingo, que también decía fusionar no sé cuántos tipos de música, me encendía todas las alarmas, así que ahora llega una tal, sí, una tal Rosalíaa los premios MTV Europe Music Award 2018, que se celebró la noche del domingo en Bilbao, y me deja las patas del coraje encabritado. Me pongo a ver a la catalana y sí, todo es espectacular, pero de un macarra, un hortera y una mala música que me duele. En la letra no entro porque no hay por dónde cogerla. Nada. Ni tanto así.

En la gala, sin embargo, se alzaron con el premio a Mejor artista de España, premio al que aspiraba Rosalía -mal, muy mal, muy mal, muy mal, mira, malamente, toma que toma, amonó, malamente, eso es, illo, letra del despiporre- los murcianos Viva Suecia. Tampoco los conocía. Y corro a informarme, a escuchar a este grupo de jóvenes, y me acerco a Youtube, y le doy al vídeo, y me enamoran al segundo. Hay verdad en lo que hacen, emoción, hay música, y letras con sentido -hemos ganado tiempo, hemos aprendido a ser violentos, hemos ganado tiempo, hemos renunciado al intelecto, dice una de ellas-. No hay color. Entre el aguachirri de palmitas en acción de Rosalía - mala, illo, amonó- y Viva Suecia, me quedo con los suecos murcianos. Ande va a parar, illo.