Loki abrió para Marvel la caja de los truenos. Con su serie se produjo al principio del verano la llegada del multiverso, nombre que reciben todas las líneas temporales de un mismo cosmos de ficción (para nuestro diccionario de series). Un abanico de posibilidades que ha cristalizado en otra nueva producción marvelita para Disney¿Qué pasaría si...?, traducción española del original What if...? que muchos lectores de cómics traducían como ¿Y si...?. El nuevo boom de Marvel en la plataforma es de animación y en él se nos invita a viajar en el mundo de las realidades paralelas. A modo de serie antología, en cada episodio se nos presenta una historia autoconclusiva y alternativa en la que las cosas ocurren de manera diferente a como hemos visto en otras producciones del universo cinemático de Marvel Studios. ¿Y si Sharon Carter fuera la primera vengadora?, ¿Y si TChalla se hubiera convertido en Starlord? son algunos de los mundos paralelos que hemos visto hasta ahora en la primera temporada. Unas posibilidades que en la pantalla son un poco más limitadas, ya que las películas estrenadas suman los 25 títulos; frente a los centenares de cómics que se habían publicado cuando la editorial publicó What if... en los años setenta. Como nada de lo que se planteaba allí tenía repercusiones en la continuidad tradicional, había barra libre para hacer lo que se quisiera. Tanto para parodiar como para hacer escabechina de personajes. A veces nos podíamos encontrar en las viñetas con algunas de las propuestas más delirantes y bizarras, como ¿Y si la tía May se hubiera convertido en el heraldo de Galactus?

Los setenta eran años en los que Marvel se lanzó a explorar nuevos terrenos y géneros. Desde las artes marciales, al cine blaxpoitation, la irrupción de las superheroínas, el terror y las realidades alternativas. What if... se ganó un rincón en el corazoncito de los fans, lo que le ha ido permitiendo cada cierto tiempo resurgir de sus cenizas; pero muchos de sus números eran olvidables y no estaban realizados por las primeras espadas de la casa. Siempre hay excepciones, claro y uno de los ejemplos más obvios era el de la historia protagonizada por la hija de Spiderman, May Day Parker, que acabó generando toda una línea de cómics ambientada en ese universo. En su mayoría esas historias alternativas, solían tener un final trágico, para recalcar que lo ocurrido en la cronología oficial era lo que debería de haber pasado. Como maestro de ceremonias, teníamos a El Vigilante un ser omnipotente que vigilaba el curso de todos los acontecimientos, pero que tenía absolutamente prohibido inmiscuirse en ninguno. Como cualquier seguidor de series de toda la vida.

No todas estas reglas parecen haberse cumplido en la adaptación de las viñetas a la pequeña pantalla. No parece haber autores de segunda fila en esta serie, sino que se ha puesto toda la carne en el asador. La animación es impecable (esto es Disney, amigos) y los guiones están muy bien escritos. A los diez minutos de episodio, uno ya está sumergido en las reglas de ese nuevo universo. También contamos con la figura de El Vigilante como anfitrión, a quien pone voz Jeffrey Wrigth (Westworld) El formato de dibujos animados ha permitido poder contar con muchas de las voces de los actores que interpretaron a estos personajes en la gran pantalla. De esta manera, el segundo episodio de la serie, el dedicado al príncipe de Wakanda, se ha convertido en un homenaje póstumo al actor Chadwick Boseman antes de que el cáncer se lo llevara a los 43 años de edad y parece que vamos a contar con su voz unos cuantos episodios más. Los finales no necesariamente tienen por qué ser fatalistas. Aunque el episodio de esta semana dedicado al Doctor Extraño, sí que lo ha sido. Fatalista, digo.

Da la sensación de que la serie se está convirtiendo en el aperitivo para la nueva entrega cinematográfica de Spiderman (No Way Home) que promete sumergirnos de lleno en esto de los multiversos, integrando en la cronología oficial de Marvel Studios las películas protagonizadas por Tobey Maguire Andrew Garfield antes de la llegada de Tom Holland a la franquicia arácnida. Las promos oficiales y las múltiples teorías web sugieren la posibilidad de ver a los tres actores en pantalla. Aunque los seguidores de Pasapalabra saben mucho de esas campañas promocionales que luego se desinflan, mientras la cadena se lava las manos diciendo que ellos oficialmente no habían confirmado nada. Las expectativas están tan altas que, si no hay un cameo aunque sea de cinco segundos, los fans se les van a echar encima. Ahí lo dejo.

Pero Marvel no ha sido la descubridora de los multiversos. La palabra ha estado siempre más asociada a su editorial rival, la DC. Lo de las realidades paralelas fue un recurso narrativo que se tuvo que acabar imponiendo para solucionar problemas de continuidad de títulos que se estaban publicando desde finales de los años 30. El número 1 de Action Comics, el tebeo de Superman, data de abril de 1938; mientras que el primero de Detective Comics, la cabecera de Batman, es de marzo de 1937. Personajes que han tenido varios reinicios de continuidad a lo largo de todas estas décadas. Situación repetida en cine y televisión, donde ha habido varios actores que se han puesto la capa con la gran S y la máscara del hombre murciélago. Ha sido en el arrowverso (las series que forman parte del actual universo televisivo de DC) donde se venía a poner orden a este laberinto a través de la saga Crisis en Tierras Infinitas (al igual que ya hiciera en papel en los ochenta el cómic del mismo nombre). Tanto el Superman de Smallville, como las series animadas de Bruce Timm, como las diversas adaptaciones sí que forman parte de la continuidad oficial, aunque cada una de ellas dentro de su respectivo universo. En la serie de The Flash era más habitual moverse entre distintas tierras paralelas; aunque los verdaderos protectores de la línea del tiempo son The Legends of Tomorrow. Este supergrupo estaba formado por personajes de segunda dentro del universo DC, lo que permitía mayores libertades creativas a sus guionistas y la ha convertido en una de las más divertidas de este género. Sus protagonistas no son esas sagradas primeras espadas cuya esencia hay que mantener por el bien de la franquicia. Lo suyo era arreglar posibles anomalías en la línea temporal, así que al final han resultado ser una especie de El Ministerio del Tiempo superheroico, dedicada a proteger la Historia.

Otra serie que ha recurrido a lo largo de los años a ampliar su mitología con realidades alternativas ha sido Star Trek. El mundo paralelo más recurrente a lo largo de esta space opera ha sido el del Universo Espejo, donde la Federación era una dictadura fascista y veíamos las versiones oscuras de nuestros personajes favoritos. El Universo Espejo se convirtió en uno de los mayores misterios de la primera temporada de la reciente Discovery, aunque se presentó oficialmente en la serie original y ha aparecido en otros títulos de la franquicia galáctica como Espacio Profundo 9 y Enterprise.

Fringe también nos enganchó a esto de saltar entre mundos paralelos y la gracia estaba en descubrir las diferencias entre ellos. Parecía un nuevo Expediente X pero cuando se presentó ese mundo donde las Torres Gemelas no habían caído y el zeppelín era un medio de transporte habitual percibimos que los tiros iban por otro lado. Los cambios de color en los títulos de crédito nos indicaban los universos que íbamos a ver en cada episodio. Del mismo modo, el gran misterio de la última temporada de Lost y fuente de muchos de los cabreos por su final fue ese mundo paralelo donde los pasajeros del vuelo 815 de Oceanic nunca se estrellaron. Ambas pertenecen a la factoría de J. J. Abrams.

Pero la ciencia ficción ya no es el campo de estos mundos paralelos. A lo largo de estos dos últimos años hemos visto series ambientadas en realidades alternativas totalmente ajenas al género fantástico. El ejemplo más reciente fue el de Los Bridgerton, con esa Inglaterra del siglo XIX donde personas de raza negra formaban parte de la alta sociedad; o el Hollywood de Ryan Murphy que nos daba su visión de cómo hubiera sido la meca del cine en los años 50 sin prejuicios raciales, ni homofobia. En The Man in the high castle, los nazis ganaban la Segunda Guerra Mundial; y en La Conjura contra América, un partido pronazi ganaba las elecciones en Estados Unidos mientras Hitler se dedicaba a invadir media Europa. Es lo que tiene la imaginación, permitirnos viajar a mundos mejores, pero también peores. Lo de las realidades alternativas se ha convertido en un recurso estilístico plenamente asentado, que bien te puede servir para imaginar mejores historias alternativas como para arreglar inconsistencias argumentales y evitar alguna que otra muerte que jamás debió haberse producido.