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Tómatelo en serie

'La materia oscura' (temporada 3): un final épico, una lección de cómo adaptar un clásico de la fantasía

Jack Thorne ha logrado, esta vez sí, la rebeldía iconoclasta y la emotividad de la trilogía de Philip Pullman que Hollywood arruinó

Temporada final de ’La materia oscura’.

La materia oscura (temporada 3) ★★★★

Creador: Jack Thorne / Basado en las novelas de Philip Pullman

Dirección: Amit Gupta, Charles Martin, Weronika Tofilska, Harry Wootliff.

Reparto: Dafne Keen, Ruth Wilson, James McAvoy, Lin-Manuel Miranda, Amir Wilson, Will Keen, Simone Kirby

País: Reino Unido / EEUU

Duración: Entre 48 y 59 minutos (8 capítulos)

Año: 2022

Género: Fantasía

Estreno del último capítulo: 27 de diciembre de 2022 (HBO Max)


En la intrincada selva de la oferta del ‘streaming’ a veces suceden cosas injustas, pero que aún tienen solución si se corre la voz: después de todo el ‘hype’ derrochado en ‘La casa del dragón’ y ‘Los anillos del poder’, resulta que ha pasado (hasta ahora) demasiado desapercibida la temporada final de una serie que da una lección sobre cómo adaptar fielmente un clásico de la literatura fantástica (bueno, ‘Sandman’ también estaría a la altura), que ha hecho gastar cajas y cajas de ‘kleenex’ en sus capítulos finales, que se ha atrevido a llegar a las cotas de irreverencia religiosa furiosamente militante ante las que se arrugó cobardemente Hollywood… Se trata de ‘La materia oscura’ (‘His dark materials’, HBO Max), la adaptación en tres temporadas de la trilogía (‘La brújula dorada’, ‘El catalejo dorado’ y ‘La daga’ y ‘El catalejo lacado’) de libros de Philip Pullman que acaba de rematar su temporada final. Y lo ha hecho gloriosamente.

A alguien se le ocurrió algún día en Hollywood que sería una buena idea iniciar una trilogía cinematográfica sobre un mundo en que el alma de los humanos viaja a su lado, en forma de animalitos monísimos que son mucho más que una mascota. Con brujas volando y osos polares parlantes, una niña en el papel de heroína y una madre mala cuyo papel reservaron a Nicole Kidman y un padre aventurero encarnado por Daniel CraigEl plan parecía perfecto, pero resulta que tras la primera entrega (lastrada por el intento de pasteurizar el contenido original) venían dos más en que (atención, ‘spoilers’... pero relativos, que los libros se publicaron entre 1995 y 2000) el objetivo final es, literalmente, liderar una nueva rebelión de los ángeles caídos, que una nueva Eva vuelva a caer en el pecado original para salvar al mundo, exterminar la religión establecida y, literalmente, matar a Dios. O más bien al ser que ha convencido a la humanidad de que es Dios. Así que, cancelación al canto, aunque en aquella ocasión (2007) instada por la derecha religiosa de EEUU. Pero finalmente ha sido la alianza de HBO, la BBC y el dramaturgo británico Jack Thorne (‘Enola Holmes’, ‘This is England’, ‘Harry Potter y el legado maldito’, ‘Wonder’) quien ha hecho justicia a los libros de Pullman.

Un buen reparto

Olvidemos a Caig y Kidman: sustituidos exitosamente por James McAvoy y (sobre todo) Ruth Wilson, el reparto de la adaptación para la TV ha sido sobresaliente, ningún problema por esta parte: Dafne Keen como Lyra Belaqua, su padre Will Keen (‘The Crown’) como el cardenal McPhail, Lin-Manuel Miranda (‘Hamilton’) como Lee Scoresby, Andrew Scott (‘Fleabag’) como el coronel John Parry… ¿Concesiones de cara a la galería/gusto mayoritario/efectividad narrativa/límites presupuestarios? Por supuesto, algunas. Que si un ‘daimonion’ (esas almas externas) pasa de petirojo a gato (los gatetes nunca fallan), que si el ‘crush’ de una monja pasa de ser heterosexual a homosexual para que resulte aún más revulsivo, algun muñegote sobre ruedas blanducho… Peccata minuta. O incluso virtudes, más que pecados.

Thorne ha conseguido visualizar efectivamente un mundo de multiversos interconectados con seres de todo tipo, no se ha arrugado en lo más mínimo, ha sido fiel al anticlericalismo del autor (visualizando una organización religiosa, el Magisterio, a medio camino entre el catolicismo más integrista y el calvinismo más puritano) y también, ay, a la espiritualidad entre gnóstica y ‘new age’ que propone como alternativa. Ha logrado que el alzamiento contra el Reino del Cielo tenga toda la épica necesaria, que el rescate de las almas que vagan en el purgatorio (sí, entre los referentes de Pullman surgen Milton, Dante, Blake, incluso algo de I-Ching, ¿homenaje a Philip K. Dick?) sea desoladoramente conmovedor, que la muerte aparezca como una reconfortante reconciliación con el equilibrio del universo, que el paso de la infancia a la edad adulta aparezca como un tránsito trascendental, que la trama sea entretenida y que el final (repasen las reacciones en redes sociales: 10/10 en el ‘kleenexómetro’) sea desacomplejadamente emotivo. Hay un banco en el jardín botánico de Oxford al que en el futuro, seguro, más de uno peregrinará.

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