Hay pocos directores que generen tanta disparidad de opiniones como Nicolas Winding Refn. Desde el contundente realismo de su trilogía Pusher (1996-2005) a la hiperestilizada abstracción de The neon demon (2016), cada una de sus ficciones ha sido aplaudida como una obra maestra por unos y tachada de vacuidad por otros. La única reacción que su trabajo no es capaz de provocar es la indiferencia. Y por eso resulta chocante que la película con la que afianzó su condición de autor de talla internacional, Valhalla rising (2009) -la inmediatamente anterior, Bronson (2008), fue la que lo dio a conocer, y posteriormente Drive (2011) lo convirtió en una rockstar para la cinefilia-, haya tardado 12 años en estrenarse comercialmente en España.

Situada alrededor del año 1000, ofrece un viaje hipnótico de venganza y redención a través de la odisea de One-Eye (Mads Mikkelsen), un enigmático guerrero que al principio de la película huye de una vida de asesinatos, esclavitud y servidumbre para unirse a un grupo de vikingos cristianos que se dirigen a Tierra Santa pero que, en lugar de eso, acaban llegando a lo que bien podrían ser las puertas del mismísimo infierno. El viaje, reminiscente del que vehicula Apocalypse now (1979), sirve a modo de reflexión sobre el fanatismo, el sacrificio, la guerra, la religión y el imperialismo.

Por supuesto la película carece de todo rigor histórico, y muestra un interés más bien limitado en asuntos como el argumento y el desarrollo de personajes. Refn prefiere usar la premisa como mera excusa con la que justificar su interés por poner imágenes a alucinaciones y orquestar escenas oníricas y explosiones de brutalidad; solo en los primeros 10 minutos de metraje, el héroe aplasta el cráneo de un hombre con una piedra, corta la garganta de otro con la punta de una flecha y obliga a un tercero a contemplar su propio destripamiento.

El resultado, en todo caso, es una obra austera y exuberante, horripilante y hermosa, poética y brutal, todo a la vez. «Es una fusión de todo lo que crecí amando», dijo Refn de Valhalla rising cuando la presentó en el Festival de Cannes. «Los samuráis, el wéstern y el spaghetti wéstern, Snake Plissken, el cine de ciencia ficción, el de Tarkovsky, el de Herzog, el de Kubrick y el de Malick».

Con el tiempo, el danés ha vuelto a referirse a menudo a ella, situándola en el contexto de su cine posterior y, por tanto, dotándola de un significado que 12 años atrás era imposible encontrarle. En concreto, Refn ha afirmado que One-Eye es exactamente el mismo personaje que el conductor al que Ryan Gosling dio vida en Drive y que el teniente Chang de Solo Dios perdona (2013), «una criatura mitológica que oculta un pasado misterioso, y que no puede conectar con la realidad porque es demasiado elevada».