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Territorio Vintage

'Sexo en Nueva York': las mujeres difíciles (por fin) llegaron a la televisión

El estreno de ‘And just like that...’, nuevo revival de la serie, invita a revisar los aciertos y desaciertos de una ficción demasiado blanca y lujosa, pero que sigue arrastrando un injusto estigma de superficialidad

Las protagonistas de ’Sexo en Nueva York’.

Cuando se habla de 'Los Soprano' como la serie que propulsó a HBO como marca generadora de contenido propio, se olvida concienzudamente el estreno, un año antes de aquella, de 'Sexo en Nueva York'una de las series más populares y también más injustamente menospreciadas de todos los tiempos. Casi un cuarto de siglo después de su estreno, todavía suele despacharse como un cúmulo de frivolidades, lo que denota mucha misoginia y reticencia a ver las cosas más allá de las apariencias.

A partir del libro de ensayos de Candace Bushnell, antología de sus columnas de estilo de vida para el 'New York Observer', Darren Star concibió una comedia sexual que, sobre todo gracias al afán del guionista (y 'showrunner' desde la segunda temporada) Michael Patrick King, acabó horadando los arquetipos y presentando una visión divertida y cruda, satírica y honesta del universo de las relaciones. No solo sexuales, sino también, o sobre todo, amorosas y amistosas. Mucho antes de 'Weeds' o 'Nurse Jackie', la serie ofrecía compactos relatos de media hora en los que comedia se confundía con drama: lo que después convinimos en llamar 'dramedia', aunque sonara bastante feo.

¿Por qué hay tantas solteras estupendas?

Donde decimos "relatos" podríamos decir, sin miedo, "reflexiones". En el piloto se formulaba la pregunta esencial del libro: "¿Por qué hay tantas mujeres solteras estupendas y ni un solo hombre como ellas?". En posteriores episodios, Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker, generalmente excelente pese a quien pese) seguía explorando la fatalidad del mercado a través de preguntas que intentaba contestar observando su vida y la de sus amigas, cada una representante de un cierto punto de vista. Miranda (Cynthia Nixon) era franca y práctica; Charlotte (Kristin Davis), idealista e inocente; Samantha (Kim Cattrall), hipersexual pero finalmente abierta a la monogamia. En manos de King y un equipo de guionistas básicamente femenino, los personajes revelaron nuevas capas a lo largo de seis temporadas; no tanto de dos películas posteriores muy inferiores en las que quizá se basen demasiadas opiniones sobre la franquicia al completo. 

Primera antiheroína 

La serie podía presentar estilismos y modos de vida deseables (Carrie vivía de maravilla con una columna a la semana y tenía tiempo de sobras para quedar con sus tres amigas), pero sus protagonistas podían ser indeseables, algo bastante atrevido en días en los que ser mujer en televisión significaba sobre todo ser buena esposa. Las mujeres de 'Sexo en Nueva York' estaban solteras y podían hacer cosas antipáticas. En un brillante ensayo para 'The New Yorker', Emily Nussbaum describió a Carrie como la "no reconocida primera antiheroína femenina de la televisión". El primer romance con Mr. Big (Chris Noth), reservado y carismático financiero, convertía a Carrie en un reflejo torturado de sí misma. Tiempo después, engañaba al pobre Aidan (John Corbett) con su ex tóxico durante la friolera de tres semanas: ¿qué clase de heroína de serie era esta? Una interesante. Cuando nos volvemos locos con las flaquezas de Darby (Anna Kendrick) en 'Love life' (otra comedia romántica a reconsiderar y reivindicar), se nos olvida mencionar que Carrie ya las tenía. 

Grandes cineastas

También se nos olvida que antes del auge de la tele de autor, las series ya podían estar firmadas por grandes cineastas de la época. Y en el caso de 'Sexo en Nueva York', no cuesta tanto entender la posible oscuridad de la serie si tenemos en cuenta que detrás de la cámara podían estar referentes femeninos (y feministas) del cine 'indie' de la época como la neozelandesa Alison MacleanAllison Anders o Nicole Holofcener

Cynthia Nixon se resistía a volver a la saga por lo blanca que era la serie y por su celebración del consumismo de lujo

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No todo fueron aciertos. Durante mucho tiempo, Cynthia Nixon se resistió a volver a la saga por dos motivos esenciales. Por un lado, lo rematadamente blanca que era, al contrario que el verdadero Manhattan. Por otro, su celebración del consumismo de lujo. En el recién publicado libro 'Tinderbox: HBO's ruthless pursuit of new frontiers', fascinante historia oral de HBO firmada por James Andrew Miller, Wilson explica sobre lo segundo: “Cuando Big le hace ese vestidor [en 'Sexo en Nueva York: La película', de 2008]… Cuando vi eso con público y todo el mundo aplaudió, me resultó muy duro. Esa idea de que un vestidor era la expresión definitiva del amor de un hombre por una mujer". La secuela tardía 'And just like that…' promete ser más diversa étnicamente y menos obscena en su ostentación de riqueza. No será igual, para bien y también para mal: falta a la cita Kim Cattrall, desde hace décadas en contienda con Sarah Jessica Parker.

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