Aunque empezó a estudiar Medicina, Pablo Capuz (Barcelona, 1994) tenía claro que su futuro no estaba en un hospital. De hecho, reconoce que es bastante aprensivo con la sangre. El actor que se dio a conocer en Merlí. Sapere aude participa ahora en esa torre de Babel que es la serie de Netflix El regreso de la espía (In from the cold), una producción de acción estadounidense rodada en Madrid, dirigida por Daniel Calparsoro y Paco Cabezas y con la participación de actores estadounidenses, españoles y rusos.

Choca un poco ver a los actores españoles de El regreso de la espía hablando medio en inglés, medio en castellano.  

Puede que de buenas a primeras no sea lo más natural del mundo, pero entiendo que desde EEUU, que es donde han escrito la serie, querían jugar a que se trata de una familia que habla español pero también inglés.

Su personaje, el pequeño de una poderosa familia española dedicada al tráfico de drogas, es un chico con muchos traumas. 

Tiene mucho dolor dentro y las situaciones que vive en la serie hacen que explote más. Me gustaba mostrar esa vulnerabilidad y me interesaría llevar mi carrera por personajes que en algún momento puedan mostrarla. A mí, como espectador, me gusta ver a alguien que me conmueva o me transforme de alguna manera. Era un reto ejecutar esa emoción y si encima es en otro idioma como ha pasado aquí, era todavía más complejo.

Es una serie de acción, tiene puntos de ciencia ficción y es casi gore porque hay mucha sangre. 

Sí, va dirigida a muchos públicos. Es una serie de espionaje pero también es un thriller, gore, dramática, con tintes cómicos... Yo no tengo escenas de acción pero creo que es muy complejo darles verdad.

¿Le habría gustado dar tantos puñetazos como hace la protagonista, Margarita Levieva?

Ha hecho un trabajazo. ¡Y tanto que me gustaría, es una barbaridad! Por ejemplo en La casa de papel, por buscar un referente más cercano, en las últimas temporadas ha habido mucha acción y emoción. Me parece muy complicado y un enorme ejercicio tanto físico como emocional.

El rodaje sería como una torre de Babel, con actores estadounidenses, británicos, españoles, rusos... 

Sí, el cocktail era muy potente y te permitía ver cómo trabajaba cada uno. Es un ejemplo de que ya no hay fronteras para los proyectos y me parece brutal. Incluso tuvimos dos directores españoles [Daniel Calparsoro y Paco Cabezas], una británica [Ami Canaan Mann] y una sueca [Birgitte Stærmose]. Yo trabajé con Daniel y Birgitte, y los dos eran muy diferentes pero tenían las cosas muy claras. Nunca había estado en un proyecto que fuera tan rápido y en el que te tuvieras que subir a ese carro o te quedabas fuera, y ha sido todo un reto que me ha sorprendido.  

"Me interesan llevar mi carrera por personajes que puedan mostrar vulnerabilidad"

¿Fue una forma muy diferente de trabajar a Merlí. Sapere aude? Porque las dos series son muy distintas. 

Totalmente. En Merlí el tempo era más calmado. Eran ocho capítulos, como en El regreso de la espía, y la rodamos en tres meses y medio. Teníamos ensayos, lectura de guion, y todo en tu idioma, que eso también ayuda. Aquí en cambio el ritmo era brutal, cada director rodaba dos capítulos y había un gran trabajo detrás para que tuvieran un estilo similar, todo fuera coherente y tuviera sentido. 

Participó en las dos temporadas de Merlí Sapere aude. ¿Quedó contento con el final de su personaje, Rai? Porque entró con mucha fuerza en la serie y luego no llegó hasta el final.

Yo estoy contento con la despedida que tuvo. Entiendo que la segunda temporada requería mucho espacio para el conflicto que estaba teniendo Pol [al contagiarse del VIH], que era algo muy duro y que me parece muy importante que se le haya dado visibilidad. Rai también estaba pasando por una crisis existencial, cada vez estaba más alejado de sus compañeros hasta que acabó diciendo: chicos, llego hasta aquí. Creo que tuvo un arco muy bonito durante las dos temporadas, pasando de ser un chaval frío, superficial y provocador a un chico que acaba siendo más humilde, mostrando su debilidad y retirándose.

¿Notó que el personaje de Rai marcara un antes y un después en su carrera, hizo que la gente le reconociera por la calle?

Sí, pero no solo porque el público me reconociera, sino porque fue como mi carta de presentación en la industria. También tengo ganas de que este proyecto me ayude a seguir currando más, porque prefiero el reconocimiento de poder seguir trabajando que el de la calle.

"Estoy contento con el final de Rai en 'Merlí. Sapere aude'"

Usted, igual que Rai, también dejó la carrera a medias. En su caso Medicina, no Filosofía. ¿Fue por la interpretación?

Nunca había sabido muy bien qué hacer. No tenía un referente en la familia o ningún conocido que se dedicara a la interpretación. Sacaba buenas notas y me gustaban mucha cosas y cuando hice la selectividad puse muchas carreras: Medicina, Derecho, Ingeniería Biomédica, Arqueología, Psicología... Entré en Medicina y, en segundo, empecé en una escuela de teatro y ahí me di cuenta de que no me quería levantar cada día para ir a trabajar a un hospital. Es una profesión muy vocacional y no era para mí. De hecho, soy muy aprensivo y no sé ni cómo me lo planteé.

Pues no es una carrera para ser aprensivo con la sangre.

Es curioso, porque en primero hacíamos prácticas de anatomía con cadáveres y luego he ido a ver a algún amigo al hospital al que habían operado y casi me desmayo (ríe).