La crisis ya está aquí. Lo anunciaron agoreros y hermeneutas, predictores y cabañuelas, adivinadores y tahúres. Tras la bonanza, ya tocaban vacas flacas. El primer aviso serio llegó en forma de frenazo al boom inmobiliario. Los carteles de Se vende empezaron a aflorar en las ventanas de los pisos nuevos. Y ahí estaban, un día tras otro. Aterrizaje lento, parón en la construcción, dijeron. No se asusten mucho, pero agárrense que vienen curvas.

En esas estábamos cuando llegó el señor Trichet ese del Euribor para jeringarnos a todos. Venga a subir los tipos de interés a lo loco y claro, las hipotecas se empezaron a disparar para arriba. Y mientras tanto, los salarios, más parados que Bambi con bozal. Si con los consabidos mil euros ya era difícil llegar a fin de mes, pues la cosa se puso tan chunga que es que ni llegábamos al día 10.

Pero es que aquí no quedó la cosa. Encima empezaron a subir los precios como la espuma. Lo que antes costaba un euro ahora valía dos y, como dice mi padre, eso no es una subida cualquiera, que un euro son nada menos que ciento sesenta y tantas pesetas. Vamos, una pasta.

Y con el agua al cuello y a punto de abandonarme a mi suerte y marcharme a la presa de Chira a vivir con los guiris de la caza y de la pesca, llegan la Navidad y las comidas, cenas y ágapes varios pagando a escote. Menos mal que la paga extra sirvió para amortiguar el golpe, aunque a donde no llegó fue a la financiación de los regalitos navideños. Así que llegados al Día de Reyes y en medio de la desesperación total, tramaba ya un plan de fuga a algún lugar asocadito bajo un puente cuando llegó el comandante Paulino y mandó a parar, dándome un respingo el corazón.

Con su mejor sonrisa, el presidente de todos los canarios me miró ayer a los ojos en una rueda de prensa y en su mejor tono meloso me prometió un futuro halagüeño y preñado de felicidad, un camino de rosas durante 2008 jalonado de menos impuestos, rebajas fiscales, descuentos varios y hasta una Sanidad sin listas de espera y una Educación que sí funciona.

Transido de alegría, como si me hubiera comido una seta alucinógena, olvidé entonces mis problemas y me sentí feliz y aliviado por ser canario. Arriba d´ellos, bichillos.