Un hecho tan natural como la muerte puede generar múltiples sugerencias estéticas cuando quien muere es un alfarero. Y es que la tarde que llevamos a enterrar a Justo Cubas, el más viejo alfarero de Gran Canaria, devolvíamos al barro a un hombre que dedicó su vida a amasar y modelar el propio barro. La tierra regresa a la tierra -pensé-, para que otros alfareros puedan seguir amasando el saber de una arcaica tradición.
Justo Cubas (1916-2008) es un valor patrimonial de nuestra etnografía popular, que pasa a la posteridad con el mismo reconocimiento que alcanzan Panchito el de La Atalaya (1906 - 1986), y Juliana Suárez (1916 - 2002), de Hoya de Pineda. Su biografía presenta tres etapas: en su juventud es jornalero y carbonero en Tamadaba; la metralla de la Guerra Civil lo convierte en caballero mutilado; con 25 años, las viejas alfareras de Lugarejos lo inician en el oficio.
El realismo mágico envuelve a este barrio artenarense, donde una mujer ciega elabora loza con sus propias manos; Justo recibe sus enseñanzas y esa fue su dedicación el resto de su vida. Una tarde entré en su alfarería dispuesto a escribir la crónica de este hombre, y me reencontré frente por frente con un monumento vivo de nuestra cultura popular.
Sus ojos abiertos eran un torrente por donde fluía su generosa humanidad, su sabiduría acumulada, su amor por la tierra y, sobre todo, su amor por el barro. Su cuerpo fornido, de luchador que cree en la identidad de las esencias más puras, se mostraba en la atalaya de su vida como el soporte de una memoria lúcida, que habla de la tierra, del agua y del fuego con devoción sublime, y cuyo amasijo nos conduce a los fundamentos de la creación.
El alfarero más viejo de Gran Canaria murió en enero de este año. Su personalidad alcanzó nombre propio en toda la Isla. Entre las distinciones sobresale la Insignia de Oro del Municipio de Artenara; el Cabildo le acaba de otorgar el Roque Nublo de Plata. Este reconocimiento llena de orgullo a su sencilla familia, a los alfareros de la Isla y a quienes fuimos sus amigos a lo largo de toda la vida.
