Antier se reflejaba en estos papeles de publicar el informe de un lector aficionado al aguacate que había ido siguiendo la pista del precio de este fruto bien verde y bien gordo, una de cuyas variedades se denomina Persea gratissima. Fue gratíssimo, ciertamente, seguir el hilo de la tesina de este doctor en Aguacate por lo ameno del informe, que comenzaba en un mercado de aquí y terminaba en Gijón, pero a la vez era frustrante ver cómo en Canarias, que es productor, el precio andaba por encima de los seis euros el kilo y allá en Asturias por comprar uno por menos de la mitad te regalaban dos y si te ponías pejiguera le echaban hasta sidra.

Ayer mismo, hablando de vacas, ovejas y otras cabecitas de rumiar con un amigo medianero me explicó que durante la huelga de transporte los ganaderos de aquí vieron durante unos días los campos abiertos. En una sola jornada, dice, se llegaron a sacrificar 40 vacas en el matadero insular. Un récord porque lo normal es una escuálida decena. Además recordaba que cuando él era chico podría llegar al centenar diario, porque en Canarias además de a las chácaras hay una gran afición a las vueltas.

Esto me lo decía el mismo día en que los productores de plátanos, que son nada menos que 10.500 personas, se las ven crudas con la rebaja de los aranceles de exportación a la UE del banano procedente de las haciendas centro y suramericanas, que tendrán ahora mucho más fácil meternos su plátano hasta el fondo de la alacena, con lo cual además de desertizados nos vamos a quedar jodidos.

Alguien podría defender que esto son cosas del mercado, del libre mercado. Pero si se hace un seguimiento más preciso de los precios se podría deducir que el Gobierno de Canarias está detrás de este dispendio. Es que le va la marcha del sobrecoste. Lo demuestra con una partida prevista para la frustrada guanchancha de ciento y pico millones de euros. Para la tele, con otro tanto. Para el queroseno del helicóptero de Paulino, para sus parlamentarios e incluso para comprar un DVD, por el que, por lo visto, le da igual abonar casi tres euros cuando el chisme vale 30 céntimos. Eso sin querer hacer sangre del carrito para llevar documentos, por el que presuntamente es capaz de pagar más de mil euros a pesar de no llevar ni cenicero ni radiocasete.

Y luego dicen, como Sorolla, que la carne, el aguacate y el plátano están caros... Lo que ocurre más bien, es que estamos gobernados por unos caras.