¡Vive Dios! Entérome por una gacetilla de la noble ínsola de la Gran Canaria, que desde otra de enfrente, nombrada Tinerfe por los fuegos que de su montaña brotan, provienen voces plañideras de un cronista, hidalgo de Nivaria él, que ofendido en su decoro y recato por cinco villanos juececillos, trasladóse allende los mares para presentar misiva con honda queja ante los alguaciles del Reino.

¡Perplejo estoy! A fe mía que lo dicho por questos eruditos, leídas y elocuentes excelencias parecía cierto, y así es compartido por todo ser honesto, fuere insigne o plebeyo; que al evocar sus pareceres fundamento de razón y verdad tenían. Empero, contra sus señorías se arrojan ahora las mesnadas para privarles del habla, o para desahuciar su precaria hacienda, si posible fuera, con multa en muchos maravedíes.

Dícese en la Corte, que el origen del enredo nació en los ardorosos recelos del cronista, presto al vituperio contra quien a la Gran Canaria ensalzare. Así, se cuenta que opuso toda resistencia al fiel relato de Le Canarien sobre las grandezas de aquel terruño, al decir que

"la Gran Canaria es una de las mejores y más importantes"; "la mejor provista de gentes, de víveres y muchas otras cosas"; que "es la más célebre de todas las yslas".

Cuéntase también, que contravino por maldiciente al Jean de Bethencourt por así llamarla Grande en mérito a "la resistencia que en sus naturales halló y mucha sangre que derramó de su gente".

Pregonan a los cuatro vientos, que el cronista no disimula su desazón por las bonanzas y decires que sobre ella hacen relatores de postín, como los nombrados Viera y Clavijo, Abreu y Galindo, y otros tantos, alabando la resistencia opuesta a la conquista por sus pobladores.

"La de Gran Canaria fue la que más trabajo y sangre costó a los que la redujeron a la santa fe católica y por eso le pusieron el nombre bien conveniente a sus hechos, nobleza y ser, de Grande, que ha tenido, tiene y durará".

Hasta se murmura entre el vulgo, que mucho mal hizo a su espíritu saber por Alonso de Palencia y por Torriani, que todas Las Afortunadas habían de ser bautizadas como Yslas Canarias en honor a ella "más porque es la más noble y la más abundante de todas las otras, en este tiempo se llaman Yslas de Canaria".

Tan celoso apuntan que de su territorio es, que desconfía hasta de los galeones y paquebotes que a la costa arriban, aun cuando desarmados vengan, porque ninguna confianza blande la tez morena de los nuevos conquistadores.

"Canarias sufre una invasión de africanos de raza negra pura -salvo caso de sida o enfermedades contagiosas-, la cual prima sobre la blanca en caso de mezclarse".

Ingenuo pregunto: ¿es opinión sana ésta y no lo es opinar de contrario? ¿es derecho este renglón y torcido censurarlo? ¿es libre la opinión para él y no para otros emitirla?

Mes llegado a este punto del pensamiento ¡voto a bríos! Interrumpo el discurso. A fe que no es por pereza y penuria de tiempo. Reparo en que aquestos villanos juececillos a los que defiendo, secundaban en su pregón otros Letrados, entre los que por infortunio me hallo.

¡Pardiez! Rebusco ansioso en la gacetilla noticias sobre estos infieles, pero nada apunta sobre el desconsolado porvenir de los licenciados o leguleyos, cómplices en opinar sobre lo oportuno y conveniente.

¡Temeroso estoy ante la insuficiencia de letras sobre el particular! ¡La desazón me embarga! Recelo con motivos que la vindicación alcance también a nos, y que en la penitencia, si posible fuera, seccionen junto a mi amada lengua, a la que aún guardo cierto apego, otros atributos que, aunque escasos, su servicio prestan.

Ante tal evento, el frío sudor surca el rostro sin disimulo, como a cualquier biennacido temeroso de Dios. Los augures vaticinan que el garrote levita sobre el gollete. Revelan los oráculos que los floretes aguardan al alba en manos de los testigos del suceso. Guardo pues silencio mientras alumbra El Día.

¡Pero no! ¡estadme atentos!, que raudo me rebelo y pongo remedio a lo que me acobarda; y aun cuando sirva de poca cosa estas letras, no habría alcanzado poco si lograra la buena ventura de hallar en tiempo tan necesitado de cordura, la razón compartida con otros de que más allá de las insidias o las infamias que motivó el enredo, las relaciones entre los naturales de las ocho ínsolas de Canarias están preservadas, pese a todo, por el universal pensamiento de respeto, armonía y cordialidad entre ellos, y presididas asimismo por la hospitalidad para quienes por fortuna o necesidad las visitan, sea cual fuere su tez o procedencia; empeño en el que -confiamos- más presto que tarde, y para bonanza de todos, también llegará a la luz El Día.

Y con esto, Dios les dé salud, y a mí no olvide en este pesaroso trance de la incertidumbre.

(*) ES ABOGADO, DOCTOR EN DERECHO Y PROFESOR DE DERECHO PENAL DE LA ULPGC.