Comentaba un tertuliano hace unos días que el señor Rajoy, presidente del PP, no toma decisiones así de repente, sino que medita ante cualquier situación: "Hay que echarle una pensada antes" es una frase que repite con frecuencia.

Yo no sé si el señor Soria -presidente regional del PP en Canarias- es de la escuela del señor Rajoy, de los que "echan pensadas" antes de actuar, o lo que es lo mismo, desconozco si las actuales movidas políticas que está realizando con personas de su partido obedecen a serenas, prudentes y recomendables meditaciones previas. Y aunque tengo mis dudas respecto a lo anterior, sé de su extraordinaria capacidad como "zoon politicón", como el animal político aristotélico que puede alcanzar los grados máximos en la polis (la ciudad), es decir, políticamente. Y aunque en planteamientos ideológicos casi nada tengamos en común entrambos, reconozco y admiro su extraordinaria capacidad dialéctica y su demostrada inteligencia.

Por eso me sorprenden dos actuaciones suyas que pueden llevar, una, a doña Carmen Guerra a ser la candidata del PP al Cabildo grancanario; la otra, a doña María Australia Navarro al Ayuntamiento de Las Palmas. La primera es diputada en Madrid, y no precisamente de brillante oratoria ni, mucho menos, de acertadas intervenciones. La segunda ("no necesito tutela de nadie") es presidenta insular del partido y portavoz en el Parlamento canario. Figuró como directora de una entelequia, quimera o ficción -proyecto Rumbo Norte- que se inventaron en el Cabildo de Gran Canaria para conformar su nómina. Dicen las malas lenguas que su más impactante obra fue el albeo de muros y paredes que daban a la carretera cuando los Reyes estuvieron en Gáldar para visitar la Cueva Pintada.

A doña Carmen le buscan actividad cabildicia porque, desde luego, en el Parlamento no ha sido una diputada que haya mostrado capacidades dialécticas en sus enfrentamientos con el señor ministro del Interior. Si contundente fue la lapidaria frase que le dirigió el señor Rubalcaba -"Ha perdido usted una gran oportunidad de estar calladita"- cuando le respondía tras interrogarlo sobre la fantasmagórica "trama GAL en Canarias", pasó a la posteridad la trabazón lingüística de la señora Guerra ("Ni sobre de la silla van a dar ustedes [los del PSOE] lecciones de corrupción a nosotros [los del PP]"). ¡Ay, el subconsciente freudiano: qué consciente es de las cosas, qué traidor el muy puñetero!

Esta señora, pues, sustituye como portavoz en el Cabildo (¡Mon Dieu, será la que porte la voz!) a su compañero del alma -el señor Álvarez-, otrora ojos, oídos y manos del señor Soria, pero hoy rebajado a su condición mortal por aquello de que ordenó abstenerse en la votación de los presupuestos para 2008. Así, tomó decisiones y contravino la disposición superior de que se votara en contra y, además, pensó, razonó, llegó a dudar de la divinidad ("Lo que diga [el señor Rajoy] no es, ni mucho menos, palabra de Dios").

Doña María Australia Navarro podría sustituir a doña Pepa para el Ayuntamiento capitalino. Ésta, con el lenguaje casi metafísico que la caracteriza cuando también pierde la oportunidad de estar calladita, afirma que de eso nada, que ella "depende directamente de Rajoy", es decir, que el señor Soria no se atreverá a sustituirla. Y aquí, ya ven, sí cojo por la palabra al señor Rajoy: ¡échele una pensada antes, porfa!

También se lo propongo al señor Soria, por más que yo no sea simpatizante del PP. La oratoria política ha de estar cargada de contenidos, de meditaciones y filosofías, de argumentos y contraargumentos a través de las palabras ordenadas, elegidas, rigurosas, contundentes cuando sea menester. Las construcciones sintácticas pueden obedecer a estilos o a escuelas, a gustos constructivos que van desde la sencillez más absoluta al recargamiento exagerado, pasando por todas las variantes combinatorias posibles.

Pero siempre, por supuesto, con el máximo respeto a la estética, a la armonía agradable al oído si son orales, a la modulación, a la moderación en intensidades, tonos, timbres, aquellas cualidades del sonido que aprendimos en los libros de Navarro Tomás cuando estudiamos fonética.

Somos elementos de una sociedad cuya mayor riqueza es la palabra y, en la oratoria, la palabra oral. Esta nos permite trasladar información, mensajes, pensamientos. Pero a veces una de las partes perturba la comunicación cuando lo importante ya no son las palabras que informan, sino las estridencias sonoras que solo envían agresivos estados de ánimo, provocadores y violentos desajustes y desequilibrios que nada tienen que ver con la legítima defensa de las ideologías. Queda claro: cuando juicios, reflexiones y doctrinas no existen en algunas mentes, solo se muestra eso, la vociferación desordenada.

¡Don Soria, no sea usted así: dos pensadas, porfa! niguea@telefonica.net