Según la mitología griega, la ciudad de Corinto, en la península del Peloponeso, fue fundada con el nombre de Éfira por Sísifo, su primer rey. El nombre deriva de Corinto, al parecer hijo de Zeus, rey de los dioses olímpicos (Júpiter, en la mitología romana). Allí se encuentra uno de los templos más importantes dedicados a Apolo. Sísifo era hijo de Eolo y según algunas fuentes era padre de Odiseo (Ulises, en latín), uno de los héroes legendarios griegos que aparecen en la Ilíada y el personaje central que da nombre a la Odisea, ambas obras atribuidas a Homero. Padre del dios marino Glauco, fue promotor de la navegación y el comercio pero también avaro y mentiroso. Recurrió a medios ilícitos para incrementar su riqueza, como el asesinato de viajeros y caminantes. Desde los tiempos de Homero, Sísifo tuvo fama de ser el más astuto de los hombres.

Sísifo vio el rapto de la ninfa Egina y le contó al padre de la joven que el raptor era Zeus. El señor del Olimpo, irritado por la delación, llamo a Tánatos y le ordenó arrojar a los infiernos al rey de Corinto. Cuando Tánatos (una criatura mitológica que personificaba la muerte no violenta) fue a buscarle, Sísifo le puso grilletes, provocando que durante mucho tiempo nadie muriera hasta que Ares, el dios olímpico de la guerra (Marte, en la mitología romana), liberó a Tánatos y puso a Sísifo bajo su custodia. Aunque pudo fugarse con astucia, Sísifo regresó a las sombras infernales donde Tánatos le impuso una tarea que no le permitiese descansar ni evadirse: empujar montaña arriba una enorme piedra que siempre se le escapa de las manos al llegar cerca de la cima. Y así, perpetuamente, desciende por la ladera para retomar la piedra y recomienza su tarea sin fin y sin objetivo.

El mito de Sísifo ha sido un tópico frecuente desde la antigüedad. Algunos ven en esta leyenda un símbolo de la lucha vana del hombre por alcanzar la sabiduría. Otros ven en la piedra un símbolo del trabajo y el talento para construir nuestro futuro. Para Albert Camus, Nobel de Literatura en 1957, el mito de Sísifo es el título de un ensayo que escribió en 1942 como una metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre que consume su vida en fábricas y oficinas deshumanizadas. Con este ensayo, Camus desarrolla la filosofía del absurdo y mantiene que nuestras vidas son insignificantes. Sísifo es el héroe absurdo definitivo porque no hay posibilidad para la reversibilidad de lo que hace.

Sísifo podría terminar su trabajo si se le permitiera partir de la cima, que es el punto de destino, pero ya sabemos que no se puede terminar lo que no se ha comenzado. La piedra que vuelve a caer cuando creíamos alcanzar nuestras aspiraciones representa la involución de la sociedad. Imagínense lo que debe sentir un atleta, un ingeniero, un médico, cuando después de años de dedicación a un sueño o una idea, después de años de formación y estudio, de saltar obstáculos, se da cuenta de que está a punto de conseguir lo que por su talento o fortuna se merece pero el sueño no se produce por culpa de los ineptos, botarates, mediocres y chapuceros al servicio de la política que empujan la piedra de nuestros esfuerzos por la ladera e impiden que dediquemos nuestras vidas al servicio de perfeccionar un país imperfecto. Patético.

Hablando con la gente, es sorprendente descubrir lo modestas que son sus esperanzas. Lo que la mayoría quiere es tener un trabajo decentemente remunerado, tener asegurada la atención médica cuando estén enfermos, que cada niño tenga una buena educación, y que cuando se hagan viejos puedan retirarse con dignidad y respeto. La gente entiende que la forma en que viven o han elegido vivir depende mucho de sus propios esfuerzos y aunque no esperan que el Gobierno les solucione todos sus problemas, sí creen que éste debe asegurar que cada uno, sea cual sea la ocupación con la que han construido sus vidas y la de sus seres queridos, tenga la oportunidad de alcanzar los retos a los que nos enfrentamos como nación. Pero gobernados y dirigidos por algunos individuos empeñados en desandar lo andado, en deshacer lo bien hecho, y en perder lo duramente conseguido sin reaprovechar lo que el sistema ha generado, nos han condenado a ser Sísifo. Solo hay una posibilidad de liberarnos de esta absurda maldición. Piénsenlo. Tendrán que decidirlo pronto. Buen día y hasta luego.