Qué vio Steve Jobs cuando dijo "¡guau!" ("wow" en inglés) justo al írsele la vida? ¿Fue un saludo al perro de la muerte? Es demasiado literario y, además, en inglés sería "¡woof!". El "¡guau!" de Jobs es el que hoy denota sorpresa, estupor. ¿Quiso bendecir el trance para su público?, ¿fue un modo de banalizarlo, un rasgo final de humor? No parece que eso tuviera ya importancia. Alguno se montará con el "¡guau!" la clásica historia del túnel con luz al final. Tal vez se sorprendió, nada más, de la levedad del tránsito, de la hermosa simplicidad del puro instante, que desmentiría la truculencia, la dramaturgia y la solemnidad de las que lo adornamos para darnos empaque. Al caer en que el asunto no tenía la grandeza y la faramalla de una ópera, sino la belleza de un acorde de balada, tal vez sintió de pronto la verdad liberadora. ¡Librarse de uno mismo, sus vanidades y su mito, nada menos! ¡Guau!