Conmoción oceánica tras conocerse ayer que Rivero, nuestro eruptivo mencey, ha llevado a los príncipes unas toscas piroclásticas recién horneadas en La Restinga. Existen dos documentos gráficos. En uno se ve al presidente muy ufano, con aspecto de haberlo ido a buscar personalmente al fondo del Atlántico, y otro en el que se observa un plano amplio de la World Travel de Londres y él en el centro con las manos imitando un cucurucho volcánico, mientras Felipe y señora se alejan por lo que pudiera pasar. Una multitud de curiosos flipa. También los escoltas, sospechosos por si la restingolita revienta. Pero la cosa es ¿cómo pasó Pauli los teniques bomba por el aeropuerto? ¿En qué momento petate tuvo la ocurrencia de llevar a la corona dos callaos humeantes engarzados en metacrilato de ley? ¿Lo sabe el Seprona? Peor aún, ¿qué pensarán ahora esos príncipes de nosotros, los indígenas? ¿Que menos da una piedra? ¿Y si esto es radiactivo y pone verde a la monarquía? Y si en vez de volcán hubiera sido tsunami, ¿se presentaría el muchacho en la World Travel de terno con una garrafa de agua de mar? Y por último, ¿qué da más tremor: el sismo, Grecia, Paulino, o es todo lo mismo?