Anda el Partido Popular con la mayoría absoluta garantizada y la prima de riesgo bate récords históricos. Se supone que dicha prima describe el nivel de desconfianza de los inversores en la solvencia futura de las emisiones, y de ello cabría deducir que no ven en Mariano Rajoy una garantía de que la economía española vaya a ir rápidamente a mejor durante la próxima legislatura.

Hay razones para el pesimismo: el problema de fondo es una enorme deuda privada y una capacidad productiva incapaz de hacerle frente. Empresas y familias deben a los bancos, y a medida que las primeras se declaran en concurso, los segundos cargan con el agujero, que deben sumar al producido por el roto inmobiliario; y como Angela Merkel quiere que cada palo aguante su vela, será el gobierno español el que deba acudir al rescate, comiéndose la totalidad del marrón, lo que pondrá en entredicho su propia solvencia.

La magnitud de la tragedia no se arregla con deducciones a los emprendedores y abaratando el despido. Pero eso también era así cuando la prima se moderó, y nada ha ocurrido desde entonces para justificar que haya enloquecido. Al parecer, tiene la prima razones que la razón no entiende.

Hay una bandada de buitres sobrevolando Europa y cuando una res enferma se revuelve un poco, la dejan por un rato y se lanzan sobre otra. Pero si esta es la causa, tampoco los anteriores episodios debieran haber justificado la grave condena del gobierno saliente. Sin la perspectiva de un cambio político estaríamos como Italia, dijo anteayer Mariano Rajoy, pero con tal perspectiva tampoco tiramos cohetes.