A veces, bueno no, muchas veces, te encuentras con este o aquel político de provincias, que te mira por encima del hombro, y en el mejor de los casos hace que te escucha cuando ni siquiera te oye. Pero esto vale no solo para los políticos sino también para caciques y nuevos ricos, que llevan a rajatabla aquello de "tanto tienes, tanto vales".

Dicho esto, es de justicia reconocer que no todos se comportan de esta manera; alguien dijo: "el que sólo practica la virtud para conquistar una gran reputación está muy cerca de caer en el vicio". De ahí solo se está a un paso de aquello de ¿No sabe usted quién soy yo?

Los políticos con mayúsculas suelen tener otro talante ¿He dicho talante? ¡Qué horror! Quería decir otra actitud, y que cuando están contigo te escuchan atentamente y se interesan por todo lo que les dices a expensas de lo que lo que le estés diciendo le importe verdaderamente un pimiento.

Esto me pasó en una ocasión cuando tuve el privilegio de compartir una velada con el presidente Bush, padre, en Valderrama, y les puedo asegurar en contra de lo que muchos puedan pensar que no se llega a presidente de los EEUU por casualidad. Estamos en tiempo de elecciones y todo cambia, aunque solo sea para que nada cambie.

Los candidatos se disfrazan de los más variopintos personajes, por ejemplo es fácil ver a Rubalcaba caracterizado de Panoramix practicando la muy noble ciencia de la alquimia elaborando la pócima mágica para que los españoles en un arrebato de amnesia le voten masivamente el 20-N. En contraposición vemos a Rajoy con la bata de Einstein explicando con la misma "claridad" que la teoría de la relatividad el plan de empleo para los próximos cuatro años. A Josep Antoni Duran i Lleida en el papel de él mismo razonando que Cataluña nunca perteneció al reino de Aragón mientras hace un solo de batería al mas puro estilo de Phil Collins y, entretanto, Llamazares y Cayo Lara encabezan el cartel de "regreso al pasado II". Y por último, a Paulino Rivero de mago Coperfield, ya que va a necesitar muchos "polvos mágicos" para enderezar este entuerto.

La mayoría de estos personajes saben de su inutilidad, pero son necesarios para calmar la conciencia colectiva cuyo castigo por no interesarse por la política será ser castigados a ser gobernados por personas que sí les interesa. "Ningún hombre es lo bastante bueno para gobernar a otro sin su consentimiento" - Abraham Lincoln.