Siempre ha dejado claro el PP con respecto a las repercusiones de la crisis mundial en España que uno de los factores básicos para los embates de los mercados financieros es la falta de confianza en el Gobierno; por eso todo el Partido Popular, a coro, entona la letra de que con el cambio de gobierno y la sustitución de Zapatero por Rajoy todo se encaminará hacia la normalidad. Pero estudiemos uno de los mensajes más efectivos a los mercados: las encuestas publicadas el pasado domingo por la mayoría de los periódicos conceden una abrumadora mayoría absoluta al PP; hay tanta diferencia que es técnicamente imposible de recortar lo suficiente como para evitar el traspaso de poderes. Si el problema fue realmente Zapatero y no España y a su través un feroz ataque premeditado contra los cimientos del euro, cabría esperar un alivio de la presión del tiburoneo. Pero ha sucedido justamente lo contrario: coincidiendo con la confirmación de las altísimas posibilidades de victoria conservadora el 'riesgo país' se ha disparado, y se ha disparado también el interés de la 'deuda soberana' hasta un nuevo máximo histórico. ¿Cabe deducir que los mercados están diciendo que no se fían de Rajoy y que tampoco le darán cuartel? Simplemente el político gallego les es indiferente. Ni frío ni calor. El capitalismo de casino sigue jugando a la ruleta rusa, exprimiendo a la Unión Europea mediante el mecanismo de debilitar a la moneda común transfiriendo esos activos a los terrenos hiperbóreos de la especulación internacional. Algunos que se creían seguros y a salvo de estas dentelladas están comprobando estos días que no hay vacuna conocida. Bélgica ha sido el último. Por ahora solo 'escapan' Alemania, Holanda, Finlandia, Luxemburgo y Estonia... de Los 27. Veintisiete.

Es difícil, o no, prever lo que puede ocurrir en el futuro, si las potencias mundiales, EE UU, China, la UE y Rusia no actúan al unísono en dos direcciones: un impuesto a las transacciones financieras y una regulación -que ha comenzado a perfilar la UE- que reglamente la sospechosa actuación de las 'agencias de calificación'.

Pero los próximos años plantean muchas dudas para un probable gobierno de Rajoy, algo que ya comienza a reconocer María Dolores de Cospedal con un brote repentino de mala conciencia. Elegido en 2009, Papandreu tuvo que dimitir y dar paso a un gabinete dirigido por un tecnócrata; a medio mandato, Berlusconi también dijo adiós para que el independiente eurócrata Mario Monti aplicara los ajustes... ¿Terminará Rajoy su previsible legislatura en Moncloa o las 'circunstancias' le sustituirán a medio camino en una sociedad incendiada por un 'aséptico' economista postinero, un procedimiento espurio que es una grieta en la democracia de imprevisibles efectos secundarios? Aunque el PSOE sea tan leal con el PP como el PP lo ha sido con el PSOE, es altamente probable que eso no sea bastante. Los españoles están diciendo que quieren un cambio de gran magnitud, que es esa diferencia estadística abismal a favor de quien promete dicho cambio hacia una vida mejor. Un engaño, sobre todo romper la baraja de la intocabilidad de las pensiones y de los pilares del estado de bienestar, puede disparar una oleada de protestas sociales. Los recortes presupuestarios para transferir ese dinero a los mercados chupasangres no es la solución que espera esa parte de la sociedad española que votaría al PP por su desencanto con el PSOE.

Los ataques contra la sanidad pública y contra la educación pública, incluyendo la universitaria, el anuncio del PP de que cada dos años 'revisará' el modelo de pensiones, nos coloca en un terreno pantanoso de incertidumbres. Mientras tanto, la sociedad europea, incluyendo en primera fila a la española, comienza a advertir que ese objetivo no se conseguirá sin costes en la calle. Frente a la primavera árabe, Europa desafía a su otoño.

(tristan@epi.es)