El escándalo del enriquecimiento súbito y masivo de Iñaki Urdangarín suscita mayor interés que las elecciones generales. La alusión del socio del duque a "razones de Estado" implica que el asunto penal también puede ser más importante que el 20-N. En tal caso será frenado por Conde Pumpido, el fiscal general que tranquilizó a Jaume Matas y uno de los sujetos más funestos del zapaterismo.

Sin embargo, la opinión pública expresada en internet no se ha centrado en el daño que el yerno del Rey inflige a la monarquía, sino en la necesidad de que Urdangarín devuelva las suculentas cantidades de dinero que recibió de los ciudadanos, sin contrapartida apreciable. La pasta, en el román paladino que privilegia la red.

Mientras volaba de Washington a Madrid en business, el duque elaboraba un comunicado en el que avanzaba la restauración de su "honorabilidad". Otro Molt Honorable, hasta en el título debía parecerse a su adorado Matas, si bien hasta la fecha están ambos más próximos del Onorévole que cuelga de Berlusconi. Sin ánimo de contrariar a tan honorabilísimos aristócratas, aquí se trata de pasta, en millones de euros, y alguien debería restituirla.

Urdangarín apela a su "honorabilidad", y hasta la fonética del término resume sus ínfulas de pertenecer a una clase más elevada que los ciudadanos de quienes ha cobrado con creces. En primer lugar, por sus propios méritos sólo es un jugador de balonmano. En segundo, si aspira a volver a ser "digno de honor", está obligado a devolver las sumas tan infladas como su ego, sean o no penales.

Para arreglar el desaguisado en que ha embarcado a su familia y al Estado, Urdangarín puede empezar por entregar una cantidad similar a lo investigado -en millones de euros- a una causa benéfica y honorable, en la misma Mallorca a cuyos nativos ha depredado por encima de las exacciones legales que cimentan su regio tren de vida.