Hoy es 23 de noviembre y se supone que festejamos el día del papa San Clemente, el tercer sucesor de San Pedro. Nacido en Roma, fue elegido en el año 88 después de Cristo y murió mártir en el 97, aunque lo más curioso de su biografía es que el pobre acabó arrojado en el mar y con un áncora al cuello. Pero eso da igual. Si usted se planta hoy en una unidad alimentaria incrustada en un centro comercial a por tomates y una lechuga para una ensalada, regresará a su coche, sin quererlo, con un cargamento de productos que en principio no se le habían pasado por la cabeza. Un arbolito de Navidad, tres calendarios de adviento con bombones, dos tabletas de turrón de chocolate crujiente y un juego de lucecitas para la puerta de su casa. Y todo por culpa del villancico que subliminalmente le han inyectado en el hipotálamo por los pasillos y la decoración desplegada con motivo de unas fiestas para las que restan casi un mes. Cinco millones de parados, pero casi nadie quiere quedarse sin la válvula de escape que supone tener una Nochebuena en familia y con la cuñada preparando truchas de batata. Espero que los juguetes los comprase en verano: en diciembre le toca elegir bañador.