Pepe Blanco no va a estar en la batalla del congreso socialista. Hace bien: tampoco le iban a dejar. Cuando el caballero vuelve a casa, vencido, maltrecho y humillado, su escudero debe hacer lo propio: la fuerte identificación entre ambos así lo exige. Más aún si trae a los alguaciles en pos. Además, dice que hay que dar el relevo. El problema es que las alternativas que suenan no son más novedosas que él mismo. Ya se escuchan pronunciamientos relevantes a favor de Rubalcaba, y de perdonarle el hundimiento electoral, que se cargará al ausente Zapatero. Pero Rubalcaba ya fue ministro con Felipe González: pues vaya novedad. También suena el nombre de Carme Chacón, siempre dispuesta a estrellarse contra la misma pared, y que viene de perder en Cataluña todo lo que ganó en 2008 y mucho más. Lo malo que tiene el PSOE ahora mismo es que le va a costar subir a un ganador a la tribuna. Las últimas municipales y autonómicas le dejaron en la ruina, y las generales lo remataron. No tiene presidentes regionales o alcaldes de grandes ciudades que puedan ofrecer su prestigio, aura y tirón popular como avales para conducir la travesía del desierto que ya ha comenzado. Deberá esperar a que aparezca alguien nuevo que se abra camino con ideas nuevas, o con una forma nueva de presentar las ideas de siempre. Al fin y al cabo, hoy los socialistas tienen sobre todo un problema de contenidos; como se dice ahora, de discurso. En la última campaña electoral acusaron al PP de no tener programa, pero ellos mismos encarnaban el paradigma de la confusión. Su mensaje era un cúmulo de negatividades; nada que ofreciera esperanza. Dejaron que el PP les robara esa bandera. Ahora, más que cualquier otra cosa, deben aclarar sus ideas. Hay en el acerbo ideológico del socialismo español componentes de un postmarxismo que concibe al estado como igualadora económica, como "la repartidora" de rentas, y otros encuadrables en un liberalismo laicista inspirador, para entendernos, de las políticas que más han irritado a la Conferencia Episcopal. La crisis les ha llevado a traicionarse a sí mismos en el primer aspecto y ha convertido el retorno del crecimiento en tema único de la agenda electoral, en beneficio de la derecha. Pero en el otro ingrediente, en el área de los derechos y libertades individuales, pueden hallar un notable potencial de sintonía con un amplio espectro del electorado, susceptible de ser desarrollado mientras aguardan a que escampe el temporal económico y a que se aclare su propia empanada al respecto.