El zapaterismo ha sido un régimen de posados y trivialidades aunque en sus últimos capítulos haya prestado un gran servicio al país, con la consiguiente y casi póstuma inmolación del líder. Pero en las democracias, aunque sean ya más mediáticas que democráticas, ninguna gestión llega a ser infinitamente mala, ni absolutamente estupenda. En el caso de Zapatero nos queda una televisión pública con unos servicios informativos bastante más aseados que los de etapas anteriores. Hablo sólo de la televisión de esa casa. La única radio que consumo todas las mañanas no es informativa, Radio Clásica, también del grupo RTVE. Para qué levantarse con algún maldito acontecimiento pudiendo hacerlo con Bruckner o Vivaldi. Y puestos a tener que soportar los sermones de los tertulianos habituales, da igual del colorín que sean, antes volvería a frecuentar alguna iglesia, católica, desde luego, que son los más profesionales.

Ya sabemos que Zapatero quitó la publicidad de TVE para favorecer a sus amistades audiovisuales. Como no creo que lo contrate Murdoch, como a Aznar, ni que alcance los altos vuelos internacionales de Felipe, siempre podrá tener un asiento de tertuliano en La Sexta. Pero la historia está llena de paradojas, y al final habrá que agradecer a Zapatero, y a sus amigos del cogollito audiovisual que le soplaron los nombres de los presidentes de RTVE, siempre barriendo para casa, el haber conseguido los servicios informativos más plurales de la historia del público. Un oasis sereno y ponderado en medio de la vulgaridad dominante en los noticieros de las cadenas privadas, más dedicadas a elucubrar sobre el asesinato del día que por describir los acontecimientos del mundo actual.

La gestión del nuevo presidente del Gobierno ya sabemos que será más de lo mismo, o lo mismo pero en mucho más. Pero con respecto a TVE hay que temerse lo peor, y lo que pase en esa casa será la prueba del algodón de Rajoy. Carezco de la simplona fogosidad de los sindicatos, o de algunos indignados juventones, para gritar que el PP es un partido ultraderechista, por más que disponga de algunas influyentes y confortables cavernas. Probablemente, los primeros decepcionados de la inmediata legislatura serán muchos de sus votantes, que sueñan con penalizar el aborto y prohibir las bodas entre Andrés y José Pablo, y no lo van a conseguir, o no de la manera radical y contundente que desearían. Nunca entendí esa manía de la derechísima contra las homobodas, que a mí me parecen eventos tan conservadores y poco recomendables como las heterobodas. Pero visto el sectarismo patológico de las televisiones autonómicas que controla el PP, y considerando la potencia expansiva de su caverna mediática, hay motivos de sobra para estar muy alarmados.

En sintonía con la que se avecina, los consejeros populares de RTVE ya han pedido el cese del director de informativos, Fran Llorente. Después de la dimisión de Alberto Oliart, Radiotelevisión Española sigue funcionando, y parece que muy bien, sin un máximo responsable, o quizás por eso mismo, a la espera de que lo nombre el Congreso por acuerdo entre populares y socialistas. El pretexto inverosímil ha sido la presunta filtración a La Sexta de unas encuestas electorales, datos que, como ya es habitual en esas jornadas, pasan por muchas manos y oídos antes de su emisión. Yo mismo me los sabía y los pasé por SMS a algunos amigos. Igual me lié y los mandé a La Sexta? Después de muchas convulsiones, "eres" y renovaciones generacionales, el espejo de la tele pública nos reconcilia con el pérfido invento a la hora de contarnos lo que pasa por el mundo, o de debatir la actualidad de aquí. No hablo del resto de la programación, que continúa básicamente con el esquema acomodaticio de los últimos lustros, tres culebrones tres, y que necesitaría unas buenas sacudidas en la escala de Richter.

Los hechos son lo que son, y a veces simbolizan además otras cosas. A la imparcialidad informativa se llega siempre por aproximación, pero unos se aproximan más y otros menos. Una vez instalada en este nuevo poder hipotecado y sin poderío ¿podrá la derecha española seguir soportando sin meter baza, o sin meter la pata, la muy aproximada imparcialidad de Televisión Española?