Amigo Lucas, la corona de Adviento está ya luciendo en las iglesias con sus cuatro velas y avisa que está llegando la Navidad el día 25. Ante esto yo pregunto: ¿la gente espera de verdad la Navidad? Hombre, yo creo que muchos mantienen viva la esperanza en la política, en la Iglesia, en la educación? y de verdad que admiro a esos tíos que esperan porque son los que hoy abren caminos soñando siempre?

Hoy animo a los amigos a que se espabilen para recibir a Jesús, que viene como la mejor lotería de la historia. Hasta les pido que cada uno coja una trompeta y anuncie el hecho a los que se han quedado sordos, entre los que hay gritones a favor de ma- tar vidas inocentes, de llamar matrimonio a cualquier unión entre seres humanos, y de promover no sólo abortos, sino dar a enfermos terminales la inyección del descanso para siempre? No, amigo, esa no es la Navidad del maestro Jesús.

Oye, de paso felicito a los tíos que ganaron las elecciones el día 20 ya que el otro día no salió mi escrito, cosa que en adelante saldrá los sábados. A los ganadores les digo que abran bien los ojos, ya que siempre es más fácil abrir la boca y los bolsillos. Les pido de corazón que auxilien a los necesitados y que devuelvan la esperanza a los que la perdieron. Diles que rezo a Dios por ellos para que no se cansen y que no tarden en crear en nuestro país un Ministerio para la Familia ya que esta es la mejor tierra que hará nacer a los buenos políticos de la mejor democracia.

Amigo lector, de paso te convido a que compres el libro del obispo Juan María Uriarte Servir como pastores, que se vende en la librería diocesana. Verás que sus páginas ayudan a todo bautizado, a curas y a cristianos de a pie, porque el tío hace una continua llamada a retomar la Palabra de Dios en nuestra existencia, cosa que entra este año en el objetivo de la pastoral diocesana.

Te dejo la pregunta que me hizo hace poco un chiquillo: "Padre, ¿el Adviento es un aviso como lo del volcán de El Hierro?" Le dije que no, que el Adviento recordaba el nacimiento de Jesús? Luego, algo descontento, me soltó una bomba: "¿Me puede decir Ud. por qué en mi casa nadie me habla ya de Dios, ni de Jesús, ni se reza? y sólo me dicen que encienda el televisor y que me calle?"