El Valle de los Caídos no tiene reconversión posible. Es el símbolo, explícito hasta el colmo, de una terrible ceremonia sacrificial, que buscaba redimir de sus pecados al pueblo español, y a la que se bautizó como Cruzada. Un auto de fe en pura tectónica. ¿Valdría de algo sacar de allí los huesos de Franco, si queda intacta su inconfundible simbología pétrea? La belleza del monumento lo hace aún más intocable. Habría que tener el valor de dejar todo como está y añadir sólo un aula didáctica en la que se explique lo que significa, la ignominia religiosa de llamar Cruzada a la Guerra Civil, quiénes fueron los que dejaron allí libertad, salud o vida para levantarlo, la megalomanía de semejante dispendio en el tiempo del hambre. El cadáver de Franco es la firma. Como lugar de culto político no es nada: el 20-N la gente fue a votar, y sólo se acercaron allí dos docenas de franquistas.