El maestro Alonso Quesada, en sus memorables Crónicas de la ciudad y de la noche, no dejaba títere con cabeza. La pequeña ciudad provinciana con su modorra habitual, con los ricos y sus negocios, con los pobres y su resignación, con sus entierros de madrugada, con sus tiendas y sus tartanas, con sus iglesias, con las calles dormidas de Vegueta, sus muelles animados y sus divertidos burdeles. La ciudad con ese clima cansino que aletarga las mentes y las almas es objeto de burla en su artículo "Maldito clima", que publicó con el seudónimo Hilario Montes en 1924. En estos días en que llegan las lluvias y los primeros fríos, cuando de golpe bajamos de los 24 grados a los 19, es una delicia rememorar la prosa de aquellos trabajos periodísticos que guardan toda la melancolía y toda la intención de aquel hombre genial que, al igual que Tomás Morales, murió demasiado joven y vivió angustiado por su precaria economía. No en vano tenía que mantener a varias mujeres, su madre y sus tías. La isla era pobre, los periódicos le permitieron dar a conocer buena parte de su obra pero -al contrario que Tomás Morales, que por ser médico tenía desahogo económico- sus circunstancias personales incrementaron aquella agonía de aislamiento y tristeza. "Esto no es clima ni es nada... Aquí no se puede vivir. Está uno como metido en un tubo de esos de los velones antiguos, en un tubo empañado. Está uno ahí, aburrido y asfixiado. Dando vuelta de punta a punta del tubo y de pronto le destapan a usted las dos bocas del tubo, le viene un soplo frío; le vuelven a tapar las bocas y se queda usted dentro con eso que Calcines llama estado gripal y que no es sino un demonio que se nos mete para no dejarnos llegar a los 65 años... Esto es un clima para ingleses flacos. Y todavía siguen diciendo los periódicos bobos que los visitantes quedaron encantados de las bellezas del clima. Lo que se quedan es asombrados de ver gente viva". El poeta murió el 4 de noviembre de 1925, a los 39 años, en una casa de Santa Brígida a la que se había retirado para intentar mejorar de su tuberculosis. Gracias a Lázaro Santana hoy es tenido por uno de los maestros de la poesía canaria del siglo XX junto con Tomás Morales y Saulo Torón. Su única hija, Amalia, murió hace poco.