En el último episodio de la serie La crisis global que, desafortunadamente, aún dará de sí, se ha producido un preocupante regreso al punto de partida. Con un matiz: el epicentro se ha traslado de Estados Unidos y las malas prácticas de sus bancos de inversión a Europa y su inacabable crisis de la deuda soberana.

Así, la última intervención conjunta de los principales bancos centrales mundiales se ha "vendido" como una inyección de liquidez para reducir tensiones en los mercados, de manera que se pueda reactivar el crédito a hogares y empresas. Es una acción semejante... a la efectuada en octubre de 2008, tras la quiebra de Lehman Brothers. Y es que había varios bancos europeos (en especial, franceses) con problemas para lograr liquidez en dólares... por lo que debían evitarse eventos sistémicos.

Esta actuación ha sido respaldada por China que, contrariamente a su política de los últimos meses (encaminada a reprimir la oferta monetaria, para frenar su burbuja inmobiliaria), acepta inyectar liquidez... como en diciembre de 2008, cuando tuvo un frenazo en su crecimiento como consecuencia de la recesión global.

Con lo cual tenemos un panorama de: riesgo de recesión en Europa, menos crecimiento en el resto del mundo y liquidez en abundancia (no hay que olvidar las expansiones cuantitativas estadounidenses en tres años)... con pocas opciones de trasladarse a la economía productiva. Entre 2008 y 2010, sólo la banca europea recibió ayudas públicas por valor de 1,6 billones de euros y no sirvió para que volviera el crédito a empresas y particulares.

Así que la pregunta es: ¿hasta cuándo aguantará el ciudadano la "ayuda perenne a la banca", si ve cómo crece el paro, se recortan sueldos y se degradan servicios públicos que creía en continua mejora?