La actualidad se empeña en poner a prueba la miserable erudición de los periodistas. Los medios están abarrotados de lecciones de wikipedia sobre el hondo significado griego de la palabra Nóos, a raíz de las desventuras de Iñaki Urdangarín. Aplaudimos el esfuerzo filológico, pero alimentamos desde aquí la sospecha de que la duplicación de la vocal o disimule la denominación auténtica del benéfico Instituto Nos. Como en "Nos cobramos", otro guiño del Duque de Palma en torno a la evidencia de que la recaudación masiva estaba directamente vinculada a su papel en la Familia Real.

Urdangarín se presentaba a Camps y Matas como un rey mago, que transformaría los euros en influencias en las alturas palaciegas. Su inteligencia consiste en haber localizado a dos dirigentes tan sensibles a estos argumentos como ajenos a la procedencia pública del dinero que gestionaban. El duque de Palma Arena no actuaba como yerno del Rey, usurpaba la posición de favorito o valido. Este vínculo filial no daña tanto a Juan Carlos de Borbón como a su hijo Felipe. Mientras el heredero giraba por España para cimentar una legitimidad que no sólo garantiza el mandato constitucional -véase a José Luis de Vilallonga o a Sabino Fernández Campo-, su cuñado seguía el rastro percibiendo los diezmos de sus esfuerzos. El esposo de la infanta Cristina no daña a la institución mo- nárquica en sí, lesiona su continuidad.

Se da por hecho el uso y abuso de la Familia Real a cargo de Urdangarín, pero una eventual declaración como imputado -sin precepto de veracidad-, podría suponer un descargo de sus responsabilidades sobre otros íntimos, por algo su esposa ocupa cargos en la inmobiliaria matrimonial. De ahí que el duque deba desprenderse por propia voluntad del manto protector regio, sin imposiciones de La Zarzuela. Y al margen del ámbito penal, los dineros públicos abonados incurren en desmesura frente a los exiguos servicios prestados, por lo que se impone la restitución monetaria para preservar el buen nombre de la familia perceptora.