Pepe Isbert estaba insuperable en aquella película de Berlanga. ¿O era de Bardem, o solo de Azcona? Tiendo a confundirlos a los tres, y a Chencho perdido en la plaza Mayor de Madrid, y a su padre, Alberto Closas, desesperado. Otro gran actor: La muerte de un ciclista, esa sí que era de Bardem ¿o era de Berlanga? No importa, cualquiera de ellos si hubieran nacido, por ejemplo, en el Reino Unido, tendrían plazas, monumentos, homenajes, ciclos enteros y permanentes en la televisión pública y privada, DVD bien distribuidos y promocionados con sus obras completas, etc, etc. Pero no fueron británicos, ni alemanes, ni franceses: fueron españoles. Y los españoles, además de tener un pasaporte infame (quiero un documento que diga "apátrida", please, porque la etiqueta "español" debería dejar de ser una condición administrativa y revertir en lo que es, una esencia cultural e histórica, nada más) gozamos de estupendas fotos de nuestros dirigentes políticos, el entrante y el saliente, a la vera de una copa de cerveza, como si nada hubiera pasado desde marzo de 2004. No ha habido insultos, ni teoría de la conspiración sobre el 11-M, ni sabotaje permanente a la iniciativa más seria para acabar con el terrorismo desde hace cuarenta años, ni connivencia con la Iglesia católica (la única verdadera, por eso soy ateo) para boicotear las leyes a favor de los derechos civiles de todos y de todas, ni compincheo con la extrema derecha mediática y política para evitar cualquier iniciativa reparadora de los asesinatos y desapariciones del franquismo. Nada de nada, Mariano es cojonudo y me tomo una caña con él. Yo no me tomo una caña con cualquiera y menos si detrás he tenido el apoyo de once millones de españoles a los que ahora dejo al pairo. No sé lo que ocurrirá hoy en la cumbre de la UE, "los ojos del mundo miran hacia Europa", dijo el martes en Berlín el secretario del tesoro de los USA. Si el mundo es Standard&Poor's, recupero la pintada del 68: paren el mundo que me quiero bajar.