Amigo Lucas: La Navidad está llegando y es hora de que todos miremos nuestro interior para ver qué hay que limpiar por dentro. Por eso es que hoy me atrevo a animar a conocidos y no conocidos a hacer una revisión de vida, a saber pasar por el confesionario para limpiar lo sucio que tenemos escondido. Lee despacio la palabra para que te ayude y verás. Envidio a algunos tíos que, de forma fantástica, se confiesan. Al lado de esos te cuento también que hay tíos de cara dura. Sí, que se acercan a la comunión sin prepararse por dentro, como si pasaran por un supermercado. Oye, si la gente supiera lo que el sacramento del perdón es para la vida interior, te aseguro que las colas se harían interminables. Te digo que este sacramento yo lo suelo recibir cada dos o tres meses, o antes, si hay algo que no funciona bien. Chico, me da pena y me resbala el ver que haya personas caraduras que no lo toman en serio.

Oye, aprovecha las dos semanas que nos quedan para la Navidad y haz una confesión de las buenas. Ah, no olvides, a partir del día 16, las misas de la Luz en Vegueta, a las cinco de la mañana, en Santo Domingo. Allí está José Domínguez a quien felicito por lo que dijo con voz profética el miércoles 7 a un puñado de gente del Gobierno, al recibir para Cáritas 150.000 euros. Reconozco que mi Iglesia tiene fallos pero cuando ella se mete a defender a los pobres nadie le gana, ya que es la mejor defensora de todos ellos. Oye, coge estos días la Biblia en las manos y ponte a meditarla pidiendo a la Madre Inmaculada, cuya fiesta en Jinámar fue por todo lo alto, que nos dé su bendición. Amigo lector, revisa en tu vida, no sólo lo que haces bien, sino las cosas que dejas de hacer, tus pecados de omisión. Venga, haz tu confesión navideña pronto y no seas como esos cristianos caraduras que, llevando una vida de mentiras, de robos, de convivencia de pareja sin estar casados, dicen que en su vida todo está en orden y los tíos se ponen en la fila de la comunión como si fueran ángeles.

Desde este minuto doy el pésame a la familia del sacerdote Miguel Ojeda que se fue al Cielo en estos días. Me decía un amigo suyo que Miguel era un todoterreno para dar la paz en el confesionario, que ayudaba con su acogida inmensamente a los penitentes a sentir la cercanía de Dios. Oye, que el amigo canónigo nos eche una mano desde el Cielo.