Apasionado del fútbol y forofo del Real Madrid, Mariano Rajoy ha visto en el último "partido del siglo" que la prisa es mala consejera, en tanto que la fe en una planificación equilibrada distribuye mejor el esfuerzo y da resultados. La nueva "humillación" del madridismo en su feudo, a manos de un Barcelona más frío y calculador, ilustra el error del exceso inmediato, que se desinfla tras el primer objetivo. El gol de Benzema a los 24 segundos del comienzo no significó nada. Es lo que puede ocurrir si se exclusiviza en el ajuste del déficit la política comunitaria consensuada el otro día por designio francoalemán, y queman en ello el recurso a una mayor presión fiscal en los estados forzados al ya imposible 6% en este ejercicio y el 4,4 en 2012. Cuando se habla de armonización fiscal y de controles comunitarios que ahora no existen, el roman paladino lo traduce en subida brutal de impuestos, que no podrá reiterarse en un país con casi cinco millones de parados si es maximalista en el segundo 24, o soslaya una vez más los tipos adecuados a las grandes fortunas y las medidas contra el fraude vigentes en las democracias avanzadas, que en gran parte lo son por eso mismo.

Aunque le disguste, Rajoy tiene ante sí la estrategia distributiva de Guardiola como antítesis del espectacular derroche de energía decretado por Mourinho. Hemos visto un fútbol apasionante, es verdad, pero la victoria fue del que supo gestionarla. No tenía vuelta de hoja la adhesión española a los acuerdos de la cumbre del euro, pero de aquí a su plasmación normativa deberá España localizar con toda mesura el punto fronterizo entre lo real y lo irreal, lo posible y lo imposible. El miedo a las distintas velocidades y el afán de estar en el grupo de cabeza exigen inteligencia y creatividad excepcionales para llegar y no pasarse en el exiguo plazo que los líderes de la Unión han impuesto. Si nos pasamos, los problemas de descapitalización bancaria y parálisis del crédito se alejarán de la solución y el desempleo seguirá galopando. La diferencia fundamental entre la desactivación del déficit y la reactivación de la empresa, el trabajo y el consumo tocaría el punto crítico en que el esfuerzo supremo puede desembocar en fracaso sin vuelta atrás, en lugar de inflexionar positivamente.

El símil futbolístico no es una anécdota para quienes creemos que las expresiones de masas de un país reflejan la pluralidad de su ser. Dos concepciones diferentes del fútbol, pero ambas españolas, denotan la coexistencia, entre otras, de dos idiosincrasias potencialmente inspiradoras. Cataluña no es hoy un modelo de eficacia económica, pero su equipo más representativo demuestra serlo en eficacia deportiva. No estaría mal que la ósmosis de fuerzas que nos hizo campeones del mundo inspirase los pasos españoles en la competición europea por salir de la crisis.