El Ayuntamiento de la capital está experimentando cómo cobrar a los indígenas que se atreven a asistir al concurso de murgas. Esto está muy bien, porque hasta ahora se trataba de un gasto de luz sin contraprestaciones para abonar la factura del psiquiatra del día después.

En este aspecto, la concejala de Murgas y Cubanitos aporta dos importantísimos detalles. El detalle 'a' es sin duda la más optimista de las novedades 2012: "el nivel de las murgas está mejorando sensiblemente", que es lo mismo que dijo Zapatero de la economía española en la víspera de la crisis -con los resultados conocidos. Y el detalle 'b', un hallazgo de la sicología social, donde explica sin que se le decoloren las mechas que con este sistema de pagar por el pito del murguero, se puede llegar a discernir "cuánto público sigue realmente a las murgas o si son ellos mismos los que se escuchan". Esto último, además de un presunto caso de canibalismo que se podría resumir como el murguero que se muerde la cola, es de una crueldad fascinante. Políticos así de jevis deberían haberlos a tongas y se nos quitaba la bobería. Lo siguiente es situar estos conciertos lejos, en Cofete, para reducir el gasto por jaqueca en la Seguridad Social.