El capitalismo es por naturaleza miope y cortoplacista. Esto explica que no haya aprovechado la lucha contra el cambio climático para imponer la superioridad de su tecnología, alzando barreras comerciales frente a los países que destrozan el mercado al no asumir costes medioambientales y sociales. En lugar de hacer esto ha ido cortando a rodajas sus propios estándares de calidad de vida, para ponerse a tiro de la competencia de países en desarrollo. Ahora, con la crisis, relegará aún más las políticas de defensa del medio ambiente, bajo el pretexto de la prioridad de la lucha contra el paro, un engaño burdo y grosero. Como el deterioro ambiental es imparable, y a no tardar habrá que adoptar medidas severas (pues la Tierra no aguantará mucho), se está incubando una nueva burbuja, la de la deuda ambiental. Antes o después habrá que pagarla, y China lleva traza de ser el deudor principal.