Cuando Martín Lutero llegó a la Roma vaticana, lo que vio por doquier no fue otra cosa que una tropa de trileros que mercadeaban con bulas y prebendas, comprendió enseguida que la reforma era inevitable. Por aquel entonces comenzó lo que llamamos la edad moderna.

La reforma del mercado laboral ya no aguanta más dilaciones, sindicatos y patronal están tardando mucho en coger el toro por los cuernos y adoptar las medidas que desemboquen en mayor y mejor empleo, pero no blindando contratos, sino todo lo contrario, flexibilizándolos y primando la productividad a la vez que invierta en la cualificación del trabajador para que llegado el caso pueda cambiar de empleo sin necesidad de pasar a incrementar las listas del paro. O si no, ya saben, a engordar las estadísticas que dicen que en este país son más los que trabajan sin ser remunerados que los que curran por un salario.

Creo que fue el expremier sueco Olof Palme el que se presentó en todo el mundo allá por los años setenta vendiendo que el estado de bienestar es un derecho natural que todo el mundo tiene desde que nace, cuando lo que debía haber dicho es que en su país consiguieron primero y consolidaron después, no un derecho sino un logro que se gana día a día con trabajo y perseverancia. ¡Nada es para siempre!

Y qué me dicen de los puentes y viaductos que fundamentalmente en los países mediterráneos ¡qué casualidad! Grecia, Italia y España hacen posible que meses como diciembre tengan solo catorce días fabriles hábiles. ¿Cómo piensan competir con países como los del eje Merkozy, por ejemplo? El problema no es que trabajemos menos, no, trabajamos más, pero nos cunde poco, y ya no digamos con los países emergentes de Oriente, donde los costes de producción son la cuarta parte.

"Pienso que las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos listos para el combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y todas las instituciones que florecerán en torno a los bancos privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, seguida por la recesión, hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres conquistaron". Thomas Jefferson, 1802. Al parecer, todo esto era previsible. ¿O no?