El independentismo radical es un hecho en Euskadi y en menor medida en Cataluña. Son datos de la realidad basados en los votos, que ningún demócrata puede ignorar. El independentismo radical es legítimo, siempre que no se apoye en la violencia (pues en tal caso es, simplemente, un hecho criminal). La presencia del independentismo radical con grupo propio sería un hecho nuevo en el Congreso, que debería verse como un tránsito de la dialéctica de las bombas a la del verbo. En el Congreso la palabra del independentismo radical será áspera y sin contemplaciones, pero integrará en el mundo del Parlamento -o sea, del parlar, del habla- una tensión que estaba ahí y que, en cierto modo, se civiliza. Sin embargo, su legitimidad democrática no será plena hasta que ETA desaparezca. Si ETA siguiera existiendo, el grupo de Amaiur siempre podría ser visto como un guiñol, movido por su mano.