Hace días leía una entrevista con Jack Robin Warren, patólogo que descubrió que la úlcera de estómago tenía frecuente origen en una bacteria, lo que la hacía curable. Warren dice que veía en el microscopio cada mañana a la dichosa bacteria en tejidos ulcerados, pero le costó muchos años lograr que los demás la vieran y le atribuyeran el origen de la dolencia. O sea que el bichito estaba ahí pero nadie lo veía, o no le daba papel, porque el saber científico consolidado era que la úlcera no tenía origen bacteriano. Es buen ejemplo de que la verdadera ceguera es la terquedad en no querer ver, alimentada de inercia, cobardía, pereza, conformismo e intereses creados. A Warren le dieron el Nobel en 2006, pero habrá cientos o miles de Warren por ahí, esperando que les crean en lo que está bien a la vista, y millones de enfermos privados del hallazgo aún no asumido por al establishment médico.