Mi viejo me lo avisó, él sabe desentrañar las cabañuelas de octubre. Este año las cosas vienen reviradas, no veo lluvia sino viento. Los campos secos, la yerba nueva sin brotar, las cabras nerviosas. Ya se sabe que el clima de estas islas no es el mejor, sí que es cierto que tienen la mejor temperatura del mundo, que es cosa diferente. Yo andaba necesitado de ayuda, por eso fui al bazar de Panchita, una cubana voluminosa y con buen carácter. A los santos hay que atenderlos, mi niño. Porque el mundo está habitado por espíritus y los muertos ayudan si se les da camino. Si quieres te echo las cartas, y yo consentí.

Enseguida me habló de una persona que intenta hacerme daño a toda costa. Estaba claro que esa es mi anterior mujer, la madre de mis cuatro hijos. Vivía amargado, opinaba que todos estamos solos y que a las mujeres no hay que mimarlas demasiado. Cuanto más les das, peor te tratan, como si solo atendieran al olvido y el desprecio. No te amargues, mi niño, todo tiene arreglo. Me anunció la llegada de una nueva persona con energía y vibración.

Esa es Yanet, mi compañera de Ecuador. Continuó diciendo que para que los seres te favorezcan hay que atenderlos con las cosas que les gustan: el vaso con aguardiente y ron, con azúcar, con la vela blanca prendida, con café y tabaco prendido, con vino, con flores. Con cabeza de puerco, con verduras y arroz, pues los seres espirituales ayudan si se les da camino. Me mandó una loción que mezclo con el champú al lavarme el pelo, mi suerte mejoró, hasta me salió un contrato por seis meses. En la tienda había de todo, velas y sahumerios, baños de descarga, abrecaminos, potenciadores sexuales, aceites para distintos males. Me llamó la atención un velón especial Mil Nudos, para atar y amarrar situaciones y personas.

Había una estatua de María Lionza, con ropajes de color. Aquí tratamos de favorecer, de sembrar luz. Ayudamos con la suerte, el trabajo y el amor. Cuando ya me iba le pregunté si el 2012 me iba a beneficiar en alguna otra cosa. Me mandó pasar otra vez tras la cortinilla, cerró los ojos, entró en trance: Soy Soraya Sáenz de Santamaría y por encima de todo garantizo que nunca subiremos los impuestos, nunca, nunca, nunca. Pagué los 30 euros, la besé, reí como un descosido.