Cuando luchas contra el insomnio y peleas con la duermevela, aparecen los fantasmas. Escuchas a lo lejos un discurso monocorde de una señora que habla de refundar, revitalizar y no sé cuántos verbos más, al partido socialista. Su cara está difuminada, pero entre la agitación del sueño, ves la misma faz de una mujer que ha formado parte de la dirección del partido durante doce años, que ha sido ministra dos veces y vicepresidenta del Congreso una, que ha conseguido lo que parecía imposible desde 1977: que los socialistas perdieran las elecciones generales en Cataluña. Está claro que no es verdad, que es una cruel pesadilla. Pero la cosa sigue: a esa señora le acompañan otros, y otras, como ella diría, despreciando el epiceno. Uno, gallego, orondo y simpático y estoy seguro que honrado y sincero, es el único ministro de justicia socialista que ha indultado a un banquero. Bueno, él solo no, todo el consejo de ministros del que formaba parte. Otra, muy progre y ecologista, legalizó la ilegal piscina del dilecto director del segundo periódico de este país. Otro, canario de nacimiento y canario experto en espantadas, clama por un nuevo socialismo europeo: es evidente que el de su archipiélago le resultó imposible.

En el medio de la zapatiesta, como en toda pesadilla, surge un guerrero del antifaz, que en realidad es un personaje de Moliere (todo lo que hace es malgré lui) en un afán último y único de evitar el desastre. Como el oficinista de Melville, tiene en su cara grabada la frase "preferiría no hacerlo", pero no tiene otro remedio. Sin embargo, a la par que da mandobles con su espada experta, repite la frase, "preferiría no hacerlo, preferiría no hacerlo."

Siete millones de personas votaron al PSOE el pasado 20 de noviembre. Varios millones más lo hubieran hecho si no fuera porque el hartazgo era insuperable. Por fin me despierto agitado y compruebo que todos, y todas, siguen estando ahí, ávidos de refundación y fiesta. ¿No merece la pena un pequeño "stop&think"?