Ahora que se mira el último céntimo en casi todo, resulta curioso detenerse en algunas obras. El municipio de Telde tiene un Palacio de Cultura a medio terminar que cuesta 33 millones, ya se ha invertido casi la mitad, pero el Ayuntamiento no tiene dinero para terminarlo. ¿Era necesario este proyecto en una ciudad a menos de 20 kilómetros de la capital? Los regidores teldenses no saben qué hacer para no perder los 14 millones ya gastados, pero sin perspectivas de poder obtener financiación para rematarlo.

También el Palacio de Congresos de Maspalomas fue una iniciativa en la cual el Gobierno canario se gastó una millonada, pero luego no supo gestionarla. Hoy se encuentra en manos privadas y con una rentabilidad pública dudosa.

Y un tercer ejemplo de los años locos de la construcción: San Mateo edificó una residencia para ancianos y la mantiene casi vacía porque no existe demandar. El alcalde gestiona el cambio de uso.

Los ciudadanos ven cómo cada día se les piden más sacrificios para cubrir la falta de sentido común de algunos gestores públicos sin que estos tengan la sensibilidad de admitir sus errores.