Winston Churchill no podía ver a Stanley Baldwin; le profesaba una honda antipatía, parecida, en su causticidad, a la que Disraeli le tenía a Gladstone. La historia ha sido cruel con Baldwin, o ha colocado a cada uno en su lugar: hay más citas de Churchill que de su adversario. "Stanley Baldwin", dejó dicho el león británico, "tropezaba de vez en cuando con la verdad, pero se levantaba rápidamente y seguía corriendo como si nada hubiera sucedido". En Canarias muchos políticos han salido pitando después de haber tropezado con la verdad y la complejidad de las relaciones internacionales y la defensa, en un mundo en el que han desaparecido las previsibilidades de la guerra fría, donde cada potencia tenía su enemigo bien definido.

Si en Extremadura, o en las dos Castillas, unos vecinos ecologistas y antimilitaristas protestan por la construcción de unas antenas para la vigilancia del espacio aéreo no pasa nada. Ancha es Castilla, y la Península tiene cientos o miles de emplazamientos alternativos. Desde el litoral situado en la prolongación de los lugares que los expertos de Estado Mayor han definido como probables fuentes de amenazas hasta el interior del país, hay suficientes instalaciones de control y tiempo para una respuesta de interceptación. La diferencia con Canarias es sustancial. Aquí la distancia es mínima y el tiempo es más mínimo cada día. Canarias está en una posición geográfica que multiplica constantemente su valor estratégico, y por ello mismo, los riesgos. Se encuentra en un punto vital para muchas cosas; para el transporte de crudo, para las comunicaciones telefónicas internacionales, para el tráfico aéreo y marítimo, para la estabilidad en el Magreb, para la alerta temprana en situaciones extremas, para el conocimiento de las rutas de los submarinos nucleares... Pero frente a estas verdades, hay quienes reaccionan como decía el presidente Johnson de los republicanos: "Algunos son tan ignorantes que no sabían cómo sacar orina de una bota, aunque las instrucciones estuvieran en el tacón".

La actualidad suele ser una enriquecedora fábrica de sarcasmos. LA PROVINCIA ha publicado en los mismos días noticias sin aparente conexión, pero conectadas por la lógica y por la realidad militar y de inteligencia: mientras el grupo habitual de majoreros se opone una vez más a las antenas en La Muda, aparece en Cofete una boya fabricada por la Universidad de Cornell para estudiar la bioacústica marina. Es algo así como la versión moderna de los audífonos que el Pentágono y la CIA colocaron en La Palma en los años 50 y 60 del siglo XX dentro de un proyecto interoceánico para captar el paso de submarinos soviéticos. ¿Que este artefacto no tiene un destino militar? Tampoco el iPAD, y sin embargo ya es una herramienta básica en Defensa. Los instrumentos dedicados a vigilar las zonas de interés estratégico para la defensa nacional son indiscutibles porque así lo ha decidido el Gobierno de la nación, responsable único en este tema. Llama la atención que sobre estos elementos cuya finalidad es la seguridad de los canarios en un entorno de creciente incertidumbre, se organice una cruzada con ingredientes bucólicos y medioambientalistas... precisamente en una Isla que soporta los mayores índices de agresiones urbanísticas.

Las bolas de Los Pechos (Tejeda), el Roque de los Muchachos (La Palma), los observatorios de Izaña, etc., son infraestructuras más imprescindibles y menos dañinas para la biosfera que ciertas autovías y circunvalaciones. Además, la biosfera será mejor cuanta más paz y tranquilidad haya. El Archipiélago no debe olvidar, por su propia estabilidad y desarrollo, en qué parte del mundo está y qué peligros lo rodean. Peligros tangibles, aunque ciertos dirigentes no los vean porque no han cambiado el chip desde que Franco estaba vivo; o porque el populismo es una atracción fatal.

(tristan@epi.es)