Según todos los datos conocidos y las sospechas por estimaciones no publicadas, España está arruinada, deprimida y exhausta. Un colosal despilfarro y endeudamiento de la Administración Central y Autonómica, una imparable tasa de paro que duplica a la del segundo país con más desempleados de Europa, una generación de jóvenes en la que sólo uno de cada dos tiene empleo, una ineficiente organización empresarial y laboral, una preocupante y paulatina disminución de la productividad y competitividad, una inmensa economía sumergida, unos niveles intolerables de fraude fiscal, una corrupción política impropia de una democracia, y unos niveles de fracaso escolar similares a las de un país subdesarrollado, han convertido a España en un país inferior. Con este panorama no es difícil imaginar la exclusión de España de la idea de Europa.

España está herida de muerte. Este es el último intento de suicidio de un país que posiblemente se suicidó por primera vez cuando expulsó a los judíos en 1492. Somos un país de pandereta, hijo de madre de sangre contraria. De repente, nos hemos convertido en el tercer país europeo con mayor presión fiscal, detrás de Noruega y Dinamarca y por encima de Alemania, Francia y Holanda, pero sin el tejido industrial y los derechos sociales de esos países. Los pobres cada vez más pobres, una clase media destruida y la riqueza en poder de unos pocos privilegiados. España tiene el salario mínimo interprofesional más bajo de Europa, equivalente a la mitad de Francia y un tercio del de Luxemburgo. Un país donde hay más desempleados que funcionarios y más trabajadores en trabajos no productivos que productivos es un país inviable. El último intento de suicidio ha sucedido hace poco con el anuncio de una nueva y drástica disminución en la inversión en ciencia y tecnología, lo que coloca a España muy por debajo de la media europea. Para enterrar a la ciencia, el Gobierno ha puesto una Vela en este entierro. Es una tontería que España vaya a rivalizar jamás con los grandes de Europa. El 80 por ciento de los españoles que hacen el doctorado en EE UU y Canadá no regresan. No tenemos nada que ofrecerles y por supuesto no vuelven. Podríamos pagarles decentemente, para empezar.

Nuestra corrupción es propia de un país autoritario en vías de desarrollo. Uno de cada cinco españoles es un jeta: más del 80% miente para no ir a trabajar, el 70% se ha ido de un bar o cafetería sin pagar y el 25% roba en el supermercado. Según un reciente artículo periodístico, hay once epítetos para definir a algunos españoles: caraduras, sinvergüenzas, jetas, truhanes, bellacos, pícaros, pillos, canallas, bribones, granujas y marrulleros. Yo añadiría siete más: chorizos, rufianes, piratas, golfos, tramposos, chupatintas y mangantes. Cultural y científicamente, la España del siglo XXI ha vuelto a la Edad Media. En los últimos 30 años, hemos desaprovechado la oportunidad de conservar nuestro legado cultural y nuestro talento y transmitirlo por los canales disponibles.

Un país con siete niveles de administración política es inviable: Parlamento Europeo, Parlamento Nacional, Senado, Delegaciones Provinciales de Gobierno, Parlamentos Autonómicos, Diputaciones o Cabildos y Ayuntamientos. A esto, súmenle los asesores, presidentes de cientos de empresas públicas, miles de directores generales y coordinadores de nada. Y los miles de sueldos, jubilaciones y subvenciones a ex de todo tipo: expresidentes, exministros, exparlamentarios, exsenadores, exconsejeros, exalcaldes, exdefensores del pueblo, exasesores, exbanqueros, exsecretarios. Somos un país de tercera división pero los diputados y senadores españoles ganan lo mismo que los europeos de primera clase y los parlamentarios españoles en el Parlamento Europeo ganan igual que los países europeos ricos. El actual Parlamento de España es un coro de 13 partidos que va a ensordecer España. Tenemos casi tres veces más senadores que EE UU. La mayoría de las 17 Comunidades Autónomas han sido desleales con la Constitución y han hecho de España una nación parcheada donde cada una ha diseñado su propio sistema educativo y sanitario desigual y se han representado en el exterior con más de 100 seudo embajadas y oficinas comerciales en una economía globalizada que se ríe de ellas. España tiene más de 8.000 municipios de los cuales 6.000 tienen menos de 2.000 habitantes.

Si nuestros mejores científicos, médicos, arquitectos, ingenieros, músicos y estudiosos abandonan España, si no se salva el abismo entre España y Europa en salarios, en oportunidades de empleo, en recursos para la investigación y para el descubrimiento cooperativo, estamos condenados a la esterilidad. La situación es ya desesperada en algunos terrenos clave. Sólo es cuestión de tiempo para que España perezca y ponga un cartel que diga "Se vende". Buen día y hasta luego.