Lo dijo hasta Felipe González: Fraga tenía el Estado en la cabeza. El propio 'don Manuel' se definió, muchas veces, como un 'servidor público', y lo fue en el exacto y honrado sentido en que deben serlo los políticos. Además fue un hombre austero, honesto y sincero. Fue sincero cuando era franquista, fue sincero cuando quiso abrir algunas rendijas para que entrara aire nuevo en el Movimiento, y fue sincero cuando entendió que la transición era irreversible y que el único punto de destino que tenía España era la democracia. Fue sincero cuando, en su condición de 'presidente fundador' del gran partido de la derecha nacional dijo lo que creyó que debía decir en cada momento.

Esta etapa final, se inicia cuando convierte a Galicia en su Baviera y empiezan a verse las diferencias entre el ya viejo líder y sus discípulos; siempre, a su favor.

De sus tiempos como ministro de Información y Turismo suele hablarse de los Paradores, que él modernizó y multiplicó, y de su actividad frenética, y de que subía los escalones de tres en tres, y del baño en meyba en Palomares, del estallido de la televisión... Pero fue el promotor de la 'ley de prensa' que abrió la puerta para la creación de nuevas empresas y nuevos medios. Cierto que era un territorio minado, sobre todo por el temible artículo 2, que dejaba al capricho de la Superioridad la interpretación de las causas de sanción y cierre. LA PROVINCIA fue el primer periódico creado a su amparo; y es verdad que sufrió, sufrimos, persecución, expedientes y sanciones, pero se hizo camino al andar. Con una redacción joven e idealista, fue un importante factor para la propagación de las ideas democráticas y regionalistas en el Archipiélago, que eran frecuentemente reproducidas en medios nacionales progresistas. La oposición al franquismo tuvo, en sus páginas, un púlpito de opinión plural.

En la biografía de Fraga Iribarne no puede faltar el dato de que construyó la gran 'casa común' de la derecha, y de que el franquismo tuvo, en ella, una oportunidad de aprovechar la FP del hospicio. La Transición pudo salir como salió, probablemente, porque la extrema derecha estaba mezclada con el centro, la democracia cristiana y los liberales. Pero hubo efectos secundarios: AP, primero, el PP, después, no ha logrado prescindir totalmente de esos genes, que afloran como las amapolas. De repente, y sin que nadie lo espere. Así se produce una gran contradicción: Fraga ha sido un elemento de moderación y sensatez en el Partido Popular, donde la 'razón de Estado' fraguiana sobresale tanto porque no es un factor intelectual y doctrinal que abunde. Opuesto al Título VIII de la Constitución, las autonomías, practicó al frente de la Xunta una suerte de galleguismo neonacionalista. Defensor del Senado como cámara territorial, propuso una Administración Única que acabara con el relajo de la multiplicidad de administraciones. De sus declaraciones en los años de la llamada 'guerra sucia' contra el terrorismo y las acciones del GAL se deducía, y sigue deduciéndose, su respaldo al Gobierno socialista en aquellos tiempos confusos, en contra de la estrategia iniciada por José María Aznar y la 'pinza' que convirtió un 'asunto de Estado' en pura mercadería falsificada para desgastar al adversario.

Nada que ver este don Manuel integrado por puro pragmatismo en el sistema democrático, incluso con sus prontos y sus íntimos convencimientos biográficos, ni con los neoliberales del pelotazo, ni con los truhanes de las tramas de enriquecimiento ilícito, ni con los desvergonzados que tienen su marca de fábrica en el insulto y la descalificación tramposa; ni nada que ver con los que dicen una cosa y su contraria, y con los que mienten más que hablan creyendo que están absueltos por su entrega a una cruzada en la que todo vale. En realidad, Fraga se ha ido con su labor a medias: no logró que la derecha se centrara tanto como él y pusiera en sus estandartes la honestidad, la austeridad y la sinceridad de sus intenciones, aunque fueran consecuencia de la adaptación.

(tristan@epi.es)