El que esto escribe es hijo de un amenazado por ETA durante años, que se salvó, nos salvamos, porque se capturó al comando que tenía su coche, su domicilio, sus costumbres, etc, perfectamente identificados con el único fin de asesinarle. Me obliga a confesarlo el fundamentalismo de algunas asociaciones de víctimas del terrorismo a la hora de analizar la situación actual: se consideran únicas, imprescindibles (como se consideró otra víctima del terrorismo, Aznar López, y así le salen sus análisis). Qué hacer ahora, debe ser político y no estar subjetivado. La izquierda independentista ha dado un paso al frente en sus declaraciones de la semana pasada. ¿Un paso corto? ¿Cuál es el paso que tienen que dar después de más de 800 personas asesinadas? No existe. El paso lo tiene que dar ETA desapareciendo. Como decía el líder del PNV, Imaz, "primero la paz, después la política". La izquierda abertzale ha dado un paso tremendo para que se consolide la paz. Su mundo es complicado, repleto de locuras, de algunas personas cuerdas, de historias inventadas, de agravios que se remontan al siglo XIX cuando no a la edad del hierro. Si los que nos consideramos demócratas y tolerantes por encima de todo, no somos capaces de abrir diálogo y puertas a los arrepentidos -por doloroso que sea para los que han sufrido el horror de haber perdido a uno de los suyos- los partidarios de continuar con la violencia, que los hay, tendrán el pretexto perfecto para seguir con su barbarie.

La democracia tiene que ser generosa hasta con sus ciudadanos más perversos. Por supuesto, se trata de reparar el daño, pero, sobre todo, que este no se vuelva a repetir jamás. Es fácil de entender, difícil de compartir, pero absolutamente necesario para terminar con el terrorismo. Sin concesiones, seamos todos generosos, no perdamos la oportunidad: no quiero que mi hijo tenga que escribir que su padre también estuvo amenazado, no quiero que ningún niño lo sienta ni lo presienta. Hay una oportunidad para la paz.