La justicia en España tiene problemas en común con la sanidad, y uno de ellos, por no decir el principal, es la falta de tiempo.

Hay facultativos que realizan un promedio de más de cien actos médicos al día; ya me dirán la fiabilidad o lo que es igual, el porcentaje de error que puede existir en el diagnóstico.

Lo mismo se puede aplicar al cúmulo de expedientes que los jueces tienen sobre la mesa y el tiempo que pueden dedicar a tomar declaración y a dictar sentencia, porque ya es sabido que la demora de la justicia significa injusticia.

Claro que si eres un personaje mediático puedes tener la suerte que el juez te dedique más de veinte horas.

Algunos pensarán ¿en qué consiste tal suerte? Pues es bastante obvio, cuanto más te pregunten mayor posibilidad de explicarte, de hacerte entender e incluso que te conozcan mejor.

Sin embargo, lo que más me asombra y me deja perplejo es la transformación que he podido comprobar sufren los acusados, demandados y testigos en un juicio a pesar de prestar juramento. Todos, absolutamente todos, según les vaya la feria dicen una cosa y la contraria quedándose tan a gusto. Y por supuesto la mayoría mienten como bellacos y luego se van a darse golpes de pecho a la iglesia más próxima.

Y uno se pregunta ¿son verdaderamente conscientes? Pues no lo sé.

La capacidad del ser humano para autodisculparse es infinita, es más, cuando escuchamos a una parte y a otra dando cuenta puedes llegar incluso a comprender la capacidad de autoengaño que tiene el ser humano para exculparse o inculpar a otro según le convenga, porque diga lo que se diga, todos nos inclinamos a considerar justas las injusticias que se cometen en nuestro favor ¿o no?

Bien mirado, al final todo se reduce a una cuestión de dinero. Si existiesen más medios habría más médicos, más jueces, en definitiva, más medios técnicos y humanos que darían un mejor tratamiento en unos veredictos y otros.

Aquí no se libra nadie. La democracia, como la aristocracia, como todas las instituciones sociales, llaman calumnias a las verdades que le dicen sus enemigos, y justicia a las lisonjas de sus afines.

Recuerdo una frase de Víctor Hugo que me hace especialmente feliz: "Ser bueno es fácil; lo difícil es ser justo".