Cuando Nicolás Estévanez en 1878 escribió 'Mi patria no es el mundo;/ mi patria no es Europa;/ mi patria es de un almendro/ la dulce, fresca, inolvidable sombra', no pudo sospechar la que se armaría años más tarde. El político federalista canario no quiso negar la universalidad del hombre isleño sino buscar el sosiego y el intimismo de la naturaleza canaria. Sin embargo, Unamuno, en su lectura a vuela pluma en 1910, interpretó estos versos con un sentido malévolo, cuando escribe "¡Pobre del que no tiene otra patria que la sombra de un almendro! Acabará por ahorcarse de él". No han sido pocos los que, buscándole las cosquillas ideológicas, le han saltado al cuello al polémico rector salmantino. Pero tampoco quienes consensuaron un decreto de erradicación del almendro de nuestras islas, junto con otras especies de amplio arraigo (palmera, tunera, castaño), pudieron sospechar la que se armaría al incluirlas como especies invasoras. Después de un mes de polémicas, ya todo el mundo sabe la solución: el almendro isleño no se arrancará. Pero esto no lo han explicado con rotundidad nuestros políticos medioambientales de tercer nivel, quizás porque el tema ha sido moneda de cambio de otras decisiones. Han tenido que ser los medios de comunicación y las corporaciones de los municipios afectados los que han tenido que calmar las aguas. El almendrero está arraigado en nuestra cultura, en la economía, en la tradición festiva, en el paisaje y en la retina de nuestra gente. Una señora, que tiene su vecindad por La Cuevita de Artenara, me comentaba que cuando conoció la noticia se le saltaron las lágrimas y se dijo para sus adentros: "Me parece imposible que cuando yo me levante por la mañana y mire para allá enfrente vea estos campitos de Dios peladitos y desnudos". Creo que se tomó una decisión sin evaluar la inquietud social que generaría. El derogado decreto fue un intento de ponerle puertas al campo, pero también una evidencia de que muchas veces los técnicos y los políticos toman decisiones sin valorar su impacto. Y sin haber aprendido que hace quince años el cabildo de La Palma ya gastó una ingente cantidad para empezar a erradicar el "rabo gato" que en nuestra isla ya es imparable en las laderas de Guayedra. Y para esto sí que no han sido diligentes.