Habrá que aceptar que se trata de una casualidad, para no ofender. "Cousas da vida", que decía Castelao. Cuando el STEC organizó aquella gran movida que incluyó la extrema presión electoral por la homologación incondicional del magisterio y la jornada continua algunos, pocos, aún embargados del santo temor a Dios y el miedo al qué dirán, nos atrevimos a discrepar en la abigarrada plaza pública del postparto democrático. Frente al servilismo de muchos políticos, y al ataque en tromba contra los pocos discrepantes que osaban exponer con libertad de conciencia sus pareceres, algunos sostuvimos que ambas decisiones juntas, y revueltas con las circunstancias sociales del entorno, provocarían un caos en la enseñanza y una caída en picado de la calidad, paralela al incremento vertiginoso del fracaso escolar y el callejeo, peligrosa escuela de costumbres, de los adolescentes. La bonanza climática, la eterna primavera isleña, es muy buena para el turismo, pero fatal para los estudiantes. Frente a la jornada continua estaba la jornada con almuerzo intercalado, que mantendrían los centros privados, que parecía mucho más razonable. ¿Cómo van a soportar los niños tantas horas seguidas sin descanso? ¿porqué no se piensa en ellos? Salieron teóricos de la educación de debajo de las piedras que 'demostraron' sin el menor atisbo de duda la perversa antisindicalidad de semejantes argumentos.

Estamos hablando de unos tiempos en los que la inversión educativa era prioritaria desde el primer gobierno Saavedra, que multiplicó, gracias a un impuesto especial y finalista a los carburantes, la construcción de colegios e institutos, y las plazas de profesorado. Sobre las acusaciones, "infundadas", "viscerales", "destructivas" se echó la arenisca de la demagogia. ¿Problemas para atender a los chicos después de las clases?, ¿problemas para los padres que trabajaran los dos? ¿Problemas para la programación de la agenda externa? Minucias. Habría actividades extraescolares con personal especializado, y los hogares se amoldarían poco a poco, y colorín colorado este cuento se ha acabado. Verdad es que un segmento de los docentes reconocía que el esfuerzo personal, la vocación, no serían suficientes para afrontar el cambio del sistema. Porque en la escuela pública hay extraordinarios profesionales; pero la calidad individual es insuficiente para sustituir a un modelo ineficiente en un colectivo cuyos dirigentes sindicales adentraban en una suerte de anarquismo corporativo.

Mientras toda esta parte de la historia ya se había olvidado, resulta que la crisis facilita la revisión de muchos aspectos, que iniciaría la consejera Milagros Luis Brito. A su vez, desde las instituciones europeas los expertos de PISA se fijan en unas lejanas luces rojas que se encienden en las islas de la 'ultraperiferia' canaria, empeñadas en ser macaronésicas de verdad (del griego 'macaros', felicidad). Y los expertos parece que copian, en varias ocasiones, es decir, con reiteración que aleja la posibilidad de una casualidad o extravagancia académica, lo que se dijo dos décadas atrás. No. No fue Nostradamus quien señaló que la jornada continuada, sin un efectivo sustituto, era abrir una caja de Pandora de consecuencias desastrosas. Lo que se ve agravado por un pernicioso igualitarismo gremial que se opone a cualquier intento de contemplar medidas para evaluar la calidad y primar los buenos resultados. La Administración, en tanto que representante de los intereses generales, no puede permanecer impasible ante las evidencias que ofrece la realidad. La gran injusticia consiste en tratar igualmente a los desiguales. Eso no es igualdad sino agravio. Por supuesto que hay maestros que "se dejan el alma". Nadie discute eso. Lo que se cuestiona es si el mecanismo es 'productivo' y adaptado a las necesidades, o no. Tantos años con resultados adversos deben ser motivo de reflexión, y no solo de vacío bla, bla, bla.

(tristan@epi.es)