Ha dicho Mariano Rajoy que no es tiempo para aeropuertos, pabellones, autopistas, televisiones y otras frivolidades varias, sino que es tiempo de sacar a España del hoyo en el que todos nos hemos metido empujados por unos más que por otros. Y tiene razón. ¿Pero quién y por qué nos metió en el agujero?

Entre todos la mataron y ella sola se murió, dice el refranero popular, pero la cruda realidad es que todo este desaguisado tiene nombres y apellidos, y que si a cada español le damos papel y lápiz hace su propia lista trufada de conocidos por todos pero a los que nadie pide responsabilidades por su nefasta gestión de una crisis que parece que llegó para quedarse entre nosotros y, lo peor del asunto, es que los culpables saben que lo han hecho rematadamente pero que "la parroquia" les va seguir votando. Será verdad aquello de: "sarna con gusto no pica" pues debe serlo, yo, por si acaso me he pertrechado con un alijo de loción "ad hoc".

La otra cuestión es el: por qué, aquí me entran dudas, pues entre la impericia de unos por no decir incompetencia y la ambición desmedida de los que ven tajada en cada proyecto no me extrañan los diferentes aeropuertos desperdigados por todo el territorio nacional sin que haya un triste avión que echar al aire, y mucho menos encontrar un pasajero. Y qué me dicen de las televisiones como canal sur con 1.680 empleados, que son un saco sin fondo para los diferentes presupuestos autonómicos aunque su media mensual de audiencia esté por los suelos. Se calcula que las trece televisiones públicas cuestan al contribuyente 2.000 millones de ? al año más otros mil quinientos que vienen arrastrando por déficit del pasado. Todas las TV autonómicas emplean unas 10.000 personas por lo que puede hacer lo mismo Telecinco con 1.000. Como no se establezca rápido un techo de gasto, vamos aviados con la audiencia de algunas que no sobrepasa el 0,9% de share.

Las comunidades autónomas se gastaron el pasado año 90.000 millones de ? más de los que ingresaron, y nadie da una explicación coherente aunque el que más o el que menos conoce un pabellón que no llegó a inaugurarse o que si abrió sus puertas fue para luego cerrarlas y servir de cobijo a drogadictos y maleantes.

En fin, cuando se dispara con pólvora del rey, todo el dinero del mundo se hace poco para una tropa de caraduras que con tal de llevarse una comisión son capaces de hacer una autopista dentro de la montaña de Tindaya y además ponerle farolas.